Un estudio hecho en los países nórdicos , demostró que las personas que invierten en bolsa no son los que más dinero tienen, sino lo más inteligentes.

"Por extraño y paradójico que le parezca: La renta variable es el activo-a largo plazo-más rentable y menos arriesgado".Francisco García Paramés

La clave en el mundo de las inversiones está en la PACIENCIA, como decía un inversor value "Más vale hacerse rico despacio que pobre rápidamente" .

Todo llega para quien sabe esperar.Nunca te des por vencido, las grandes cosas llevan tiempo.

‎ "Yo me fío más de cómo maneja la economía una familia que se juega el pan o un empresario, que se juega la ruina, que un grupo de señores que, cuando quiebran un país, se van a su casa, reciben seis cargos públicos o privados y se dedican a dar discursos."Daniel Lacalle

Los seres humanos observan que hoy en día las carreteras, los hospitales, las escuelas, el orden público, etc. etc., son proporcionados en gran (sino en exclusiva) medida por el estado, y como son muy necesarios, concluyen sin más análisis que el estado es también imprescindible. No se dan cuenta de que los recursos citados pueden producirse con mucha más calidad y de forma más eficiente, barata, y conforme con las cambiantes y variadas necesidades de cada persona, a travésdel orden espontáneo del mercado, la creatividad empresarial y la propiedad privada.Jesús Huerta de Soto

Comprar cuando la bolsa baja y vender cuando sube es difícil porque va en contra de la naturaleza humana: en los últimos 3.000 años, cuando el vecino de al lado salía corriendo o gritaba "fuego", ha resultado rentable salir corriendo también. De ahí que cuando la bolsa sube nos dan ganas de comprar, y cuando baja nos dan ganas de vender, por una simple cuestión de biología.

¿Pero es que no os dais cuenta que todas las injusticias y toda la corrupción proviene de lo "publico"?‏



sábado, 30 de mayo de 2009

Recomiendo este libro:UNA CRISIS Y CINCO ERRORES



La solución liberal a la quiebra bancaria
Por Manuel Llamas
Existen determinados momentos en que la libertad y los derechos fundamentales de los individuos se ven seriamente cercenados por la intervención del poder público: un golpe de estado, una revolución de tintes totalitarios, el estallido de una guerra o la llegada de una gran crisis económica.

Desde hace casi dos años, la economía mundial vive inmersa en una crisis financiera y económica de grandes dimensiones, y gobiernos y partidos de todo color político coinciden en culpar al libre mercado y a la maldita desregulación de todos los males. "Más Estado y menos mercado", es el mantra que, una y otra vez, se repite cada vez que se habla de soluciones. Pero ¿tiene consistencia? Carlos Rodríguez Braun y Juan Ramón Rallo responden de forma clara, concisa y sencilla a esta cuestión fundamental.

Una crisis y cinco errores es una obra que nace con un único objetivo: desmontar, una a una, las supuestas causas y falsas soluciones que surgen por doquier. Y lo consigue, vaya si lo consigue. En apenas 125 páginas, Braun y Rallo, haciendo uso de una prosa didáctica y fluida, desenmascaran de forma contundente e incontestable las profundas falacias y las nefastas políticas que los distintos gobiernos pretenden vender a sus gobernados. Estructurada en cinco breves capítulos, Una crisis y cinco errores es una obra esencial para comprender no sólo cómo hemos llegado hasta aquí, sino los perniciosos efectos que producirán las medidas puestas en marcha por los poderes públicos.

El ultraliberalismo, la codicia, el capitalismo salvaje y la desregulación son los chivos expiatorios que emplea la mayoría de políticos y economistas para explicar el estallido de la crisis. Sin embargo, la evidencia de los datos y la solidez teórica que emplean Braun y Rallo acaban demostrando la falsedad de tales argumentos.

¿El liberalismo es culpable? El peso del Estado y de las Administraciones Públicas, tanto en el ámbito civil como en el económico, no ha hecho más que crecer en las últimas décadas. La presión fiscal sobre el Producto Interior Bruto (PIB) ha aumentado en casi todos los países del mundo, incluido, por supuesto, Estados Unidos. ¿Es que acaso se ha reducido el Estado de Bienestar? "Ese Estado redistribuidor no se contrajo en ninguna parte", anotan los autores; y añaden que en España, de hecho, "aumentó significativamente". "Cualquier medida del gasto redistributivo –sanidad, educación, pensiones– lo prueba sin asomo de duda".

Además, el peso de la regulación pública no ha dejado de crecer; ha ampliado su radio de acción y ha penetrado en esferas hasta hace poco del dominio exclusivo de los individuos, como la forma en que éstos comen, beben, conducen y fuman.

Vaya. Entonces, habrá sido culpa de la codicia, ¿no? Los especuladores, los ejecutivos y los crueles banqueros han provocado la crisis con su actitud egoísta y avariciosa, a costa de los indefensos y humildes trabajadores, ¿verdad? El problema, en este caso, es que para que surja una burbuja especulativa es necesario que se dispare la demanda de determinados bienes o servicios. En países como Estados Unidos o España es evidente que tal exceso de consumo e inversión se concentró en los activos inmobiliarios, cuyo precio parecía que jamás iba a dejar de subir.

Para alimentar la burbuja ha sido necesario que un gran número de ciudadanos se hayan tenido que endeudar en exceso, es decir, vivir por encima de sus posibilidades. Dicho proceso no habría sido posible sin unos tipos de interés excesivamente bajos gracias a la política monetaria "llevada a cabo por [esas] entidades públicas y monopólicas llamadas bancos centrales".

Así pues, resulta del todo absurdo entregar dinero prácticamente gratis a la gente para que especule en el mercado (vivienda o bolsa, por ejemplo) y luego reprochar a esa misma gente que se haya endeudado en exceso. Además, si bien la burbuja financiera permitió el cobro de comisiones y beneficios extraordinarios entre la elite financiera, nada tuvo esto que ver con los ciudadanos libres, "y todo (…) con sus autoridades" públicas. Braun y Rallo explican que el auténtico problema moral radica en la permanente desconfianza de los políticos hacia la obtención de ganancias en los negocios. Y es que "no hay nada nocivo en el beneficio empresarial como tampoco lo hay en el salario de los trabajadores".

Visto lo visto, la culpa ha de ser entonces del libre mercado, arguyen muchos. Pues tampoco. La banca y las finanzas conforman el sector económico más intervenido. De hecho, el negocio bancario cuenta con una serie de privilegios propios y exclusivos. Es precisamente aquí, en la explicación del funcionamiento de la banca, donde estas páginas resultan más valiosas.

Una crisis y cinco errores aplica una perspectiva de análisis novedosa y muy poco conocida. La supervivencia de la banca depende "fundamentalmente de que el Estado intervenga día a día en la economía", y Braun y Rallo explican magistralmente por qué el sistema financiero se mueve permanentemente en los umbrales de la insolvencia. Los bancos se endeudan a muy corto plazo e invierten a largo, con el fin de extender el crédito. Es lo que, en el ámbito de la economía, se conoce como descalce de plazos. Los bancos emplean los depósitos a la vista para conceder créditos; es decir: el dinero de las cuentas corrientes, que en cualquier momento puede ser retirado por los clientes (deuda), es invertido en préstamos o hipotecas a muy largo plazo.

Así, "si un día los clientes decidieran retirar más del 2% de los fondos que tienen depositados", el banco de marras "sería incapaz de pagarles" y entraría en suspensión de pagos. La banca es el único sector privado que opera con este sistema de riesgo constante de quiebra. Sin embargo, la banca central –brazo financiero del Estado– presta de forma periódica el dinero necesario para que las entidades puedan seguir atendiendo sus múltiples obligaciones a corto plazo, "a la espera de que sus inversiones a largo plazo generen el efectivo esperado".

La trampa del sistema radica en que un mismo volumen de dinero es empleado, a la vez, por dos agentes distintos: el ahorrador y el inversor. Dicho sistema genera graves efectos sobre la economía real. Gracias a la bajada artificial de tipos aplicada por los bancos centrales en los últimos años y a que éstos ejercen de prestamista de última instancia, las entidades pueden extender el crédito sin necesidad de que exista un ahorro previo suficiente y, además, sin riesgo de entrar en quiebra.

La abundancia de dinero fácil permite emprender muchos proyectos que tan sólo son rentables al calor del crédito barato. Todo el mundo se endeuda, dando origen así a las burbujas (tecnológicas, inmobiliarias, etc.), que tarde o temprano terminan por estallar. Cuando los tipos suben –"y subirán"– se descubre que muchos de esos proyectos son inviables; la morosidad se dispara y los bancos acaban quedándose con bienes y activos cuyos precios estaban hinchados, lo que a su vez da lugar a las temidas insolvencias bancarias.

En este punto, la obra aborda el desarrollo de la actual crisis financiera, que, finalmente, ha acabado provocando una recesión a escala mundial. Lo interesante es la óptica que emplean Braun y Rallo para explicar el particular proceso de insolvencia generalizada que, como un virus, ha terminado por contagiar al sistema financiero internacional. Los hechos son de sobra conocidos: el valor de esta obra radica en la potencia y solidez teórica del análisis del proceso.

¿Libre mercado? ¿Dónde? La intervención monetaria y los privilegios públicos de los que goza la banca son propios del sistema de planificación central que rige en el ámbito financiero, y que con periodicidad manifiesta provoca etapas de expansión y crisis en las economías desarrolladas.

Tras el colapso, el Estado acude al rescate con el fin de que el sistema no se desmorone. En la actualidad, los gobiernos están auxiliando a los bancos con inyecciones de dinero público. La nacionalización bancaria es un hecho. "No hay alternativa", nos dicen. Una vez más, este libro descubre al lector una perspectiva inédita: es posible rescatar a la banca sin necesidad de intervención y de derrochar recursos públicos. Braun y Rallo ofrecen una "alternativa diferente" al tiempo que novedosa.

Cuando una empresa quiebra, sus accionistas lo pierden todo, mientras que sus acreedores ocupan una posición preferente a la hora de cobrar. Pues si un banco está en riesgo, sus depositantes a largo plazo (acreedores) "deberían convertirse en los nuevos accionistas"; de modo que si la entidad sobrevive y vuelve a ser rentable, éstos puedan revender sus acciones y recuperar la totalidad de su inversión, incluso con ganancias.

"Con esto ya se lograría una recapitalización adecuada de los bancos para seguir funcionando sin dinero público", escriben nuestros autores. En su búsqueda de beneficios, las entidades se acabarían salvando, mientras que una banca nacionalizada operaría bajo arbitrarios criterios políticos y, por lo tanto, correría el riesgo de dilapidar los recursos de los contribuyentes. Una opción, simplemente, magistral desde la visión liberal pura.

El último capítulo está dedicado a desmontar el mito del gasto público para estimular la economía y generar empleo. La falacia es, nuevamente, manifiesta. Tales medidas acaban por disparar el déficit y la deuda. Se trata de un despilfarro sufragado íntegramente por los contribuyentes. De este modo, el Estado merma un ahorro privado que es esencial para iniciar cuanto antes la ansiada recuperación económica.

La liquidación de las malas inversiones acometidas durante una burbuja, así como el ajuste de los precios relativos y de la estructura productiva, es clave para volver a crecer sobre unas bases sólidas. El inevitable y doloroso proceso que conlleva la superación de una crisis económica será más rápido y corto en ausencia de injerencias y cortapisas gubernamentales. En caso contrario, existe el riesgo de repetir errores pasados, tal y como aconteció en Japón a finales del siglo pasado o durante la Gran Depresión de los años 30.

En Una crisis y cinco errores el lector descubrirá de la mano de dos maestros –ambos son profesores universitarios y prestigiosos analistas económicos– una forma totalmente distinta de observar la difícil realidad que nos rodea. Es éste un libro que ayuda a entender cómo y por qué surgió esta crisis, y que propone recetas eficaces para combatirla. Una magnífica exposición que, sin duda, representa una luz, un faro de conocimiento en un mundo lleno de falacias, mentiras y falsos culpables.


CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN y JUAN RAMÓN RALLO: UNA CRISIS Y CINCO ERRORES. Lid (Madrid), 2009, 125 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/la-solucion-liberal-a-la-quiebra-bancaria-1276236637.html

martes, 26 de mayo de 2009

Un clásico de nuestro tiempo

Por Juan Ramón Rallo
En 1910 Ludwig von Mises publicaba su primer tratado de economía titulado Teoría del Dinero y del Crédito. Con esta obra aplicaba los principios de la revolución marginalista de finales del s.XIX al campo monetario y proporcionaba una explicación por primera vez sistemática y exhaustiva del ciclo económico.

Sin lugar a dudas, el libro y los argumentos de Mises han supuesto un punto de inflexión intelectual para muchos economistas. Sin ir más lejos, Friedrich Hayek logró en 1974 el Premio Nobel de Economía por extender y profundizar la teoría miseana. Con todo, a pesar de la notable repercusión e importancia que tuvo el tratado monetario de Mises, ningún otro economista de la escuela austriaca se había atrevido a reescribirlo y perfeccionarlo a la luz de las nuevas conclusiones alcanzadas. Nadie emprendió la colosal tarea publicar un nuevo tratado completo que relacionara el sistema monetario con la estructura productiva y, de este modo, con el ciclo económico.

No fue hasta 1998 cuando el profesor Jesús Huerta de Soto cogió el testigo de Mises y publicó su “Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos”, cuya relevancia ha propiciado que recientemente fuera traducido al inglés por el Mises Institute y se reeditara por tercera vez al castellano.

El comienzo del libro, un análisis jurídico del contrato de depósito y de préstamo o mutuo, podría resultar a muchos algo inusual y atípico por tratarse de una obra económica. Lo cierto es que, sin embargo, el profesor Huerta de Soto se inserta de este modo en la mejor tradición austriaca al estudiar la influencia de las instituciones y de su perversión sobre la acción humana.

En este sentido, la conclusión es clara: el depósito y el préstamo son dos contratos radicalmente distintos que no deben confundirse a través de figuras intermedias. Los primeros obligan al depositante a que mantenga en todo momento la disponibilidad del 100% de lo depositado, mientras que el segundo habilita al prestatario a disponer de lo prestado como guste mientras devuelva al final del plazo el principal y los intereses.

Dicho de otro modo, el profesor Huerta de Soto defiende que los bancos deben disponer de una reserva del 100% del dinero depositado, impidiéndose así las expansiones crediticias que favorece la reserva fraccionaria.

Aunque personalmente considero mucho más razonable exigir a la banca que no se endeude a corto y preste a largo como garantía de liquidez, el análisis del profesor Huerta de Soto permite contraponer una práctica bancaria estable que algunos consideremos poco útil (como es el depósito 100%) a otra frecuentemente inestable y nociva para el sistema económico (como es la reserva fraccionaria que no se preocupa por mantener la liquidez de sus depósitos).

Y es en este punto donde el libro alcanza mayores cotas de brillantez y genialidad. Los capítulos V y VI son la mejor exposición jamás escrita sobre las interrelaciones entre el crédito y la estructura productiva. En alrededor de 200 páginas el lector dedicado puede adquirir una maestría y dominio que muy pocos economistas actualmente poseen.

Huerta de Soto expone cómo las tan cacareadas crisis y depresiones endémicas del capitalismo no son en realidad más que productos del intervencionismo del Estado en colaboración con el sistema bancario. La economía de mercado no padece de frecuentes auges y crisis, sino que se ve desestabilizada por el monopolio estatal sobre la emisión y regulación del dinero.

Los Bancos Centrales permiten a los bancos comerciales endeudarse en condiciones mucho más favorables a las que habría establecido el mercado a través de las reducciones artificiales del tipo de interés. Esto induce a los bancos comerciales a expandir el crédito y prestar sus fondos a proyectos empresariales que no habrían resultado rentables al tipo de interés no intervenido.

En este momento comienza el auge: la inversión y el consumo se incrementan, el valor de los activos empresariales sube, el paro se reduce y los salarios y los beneficios aumentan.

Sin embargo, esta expansión económica constituye sólo una ficción. Imagine que un padre de familia decide vender en secreto la casa familiar y que fija la fecha de entrega al cabo de un año. Luego le miente a su esposa diciéndole que le han nombrado director general de una gran compañía y que cobrará cada mes una millonada. Movida por el engaño, la mujer probablemente comience a consumir muy por encima de sus posibilidades: hará reformas en el hogar, comprarán mejores alimentos, adquirirán un nuevo coche, concertarán las vacaciones de verano, mandará a sus hijos a colegios mejores…

Durante algún tiempo el marido podrá engañar a su esposa ingresando en la cuenta bancaria parte del dinero que ha cobrado por la enajenación del inmueble. Pero cuando ese dinero termine, la familia descubrirá que en realidad se han empobrecido: han vendido la casa y encima se han gastado el dinero en lujos innecesarios.

Los agentes económicos funcionan igual que la mujer engañada. Cuando los bancos comerciales expanden el crédito sin el necesario respaldo, creen poder acceder a mejores condiciones de financiación y, por tanto, comenzar negocios que antes estaban fuera de sus posibilidades. Se genera una apariencia de riqueza que sólo oculta su auténtico empobrecimiento.

Éste se manifiesta durante las crisis económicas que suelen seguir a las expansiones inducidas por el Estado. Los empresarios se ven abocados a la bancarrota porque se dan cuenta de que se han apalancado excesivamente y de que su menguado capital circulante no basta para mantener su empresa en funcionamiento. Las crisis son períodos de catarsis necesaria tras una engañosa reducción del tipo de interés.

Estamos acostumbrados a oír que la mejor forma de abandonar una crisis es reduciendo el tipo de interés e incrementando el gasto público, cuando en realidad las reducciones del tipo de interés sólo retrasan la liquidación de las malas inversiones empresariales y los incrementos del gasto público reducen los ahorros reales disponibles para acelerar esa liquidación.

De ahí que la exposición del profesor Huerta de Soto sobre los ciclos económicos le pueda resultar a la mayoría poco usual y controvertida. Pero precisamente por eso resulta esencial comprender su argumentación y contribuir a difundirla.

Las crisis económicas son hoy por hoy el fenómeno más incomprendido que utiliza el Estado para expandir y consolidar sus redes intervencionistas. Son momentos en los que muchas personas están dispuestas a renunciar a parte de sus libertades a cambio de las falsas promesas de recuperación y prosperidad. Hay que lograr que la imagen de un capitalismo endeble y caótico sea sustituida por la de un capitalismo robusto sólo amenazado por la injerencia del poder político. Los afectados por las depresiones no necesitan más intervenciones y regulaciones, sino instituciones más libres que permitan regresar a la prosperidad lo más rápido posible.

Afortunadamente, las crisis económicas son también uno de los campos de investigación donde la teoría económica solvente más ha trabajado y sigue trabajando. El libro del profesor Huerta de Soto es la culminación de toda una epopeya intelectual que comienza con la Escolástica española y llega hasta la Escuela Austriaca de nuestros días. Una obra imprescindible que, como algún economista ya se ha encargado de remarcar, está destinada a convertirse en un clásico, tanto por la materia tratada como por la manera en que está tratada: con rigor y autoridad.



Jesús Huerta de Soto. Dinero, crédito bancario y ciclos económicos. 681 páginas, 20 euros. Madrid, Unión Editorial, 2006
fuente:
http://libros.libertaddigital.com/un-clasico-de-nuestro-tiempo-1276232694.html

martes, 19 de mayo de 2009

viernes, 8 de mayo de 2009

Sobre el análisis técnico

El atractivo que en general siempre despierta en los seres humanos la posibilidad de prever el futuro de la renta variable de forma matemática, estadística o utilizando cualquier otra herramienta más o menos científica, ha llevado al desarrollo del análisis cuantitativo, del análisis Técnico (chartismo), así como de cientos de “algoritmos mágicos”, que de nuevo confunden CIENCIA con ACCION HUMANA.
La evolución de las empresas que prosperan/se hunden no puede pues ser captada por modelos ni gráficos porque las Acciones Humanas son las que la determinan, y éstas son por definición mucho más ricas, variadas e impredecibles de lo que la ciencia es capaz de captar.
La inversión en acciones no es un fenómeno CIENTIFICO como la medición de la distribución del importe de los daños en accidentes de tráfico o una reacción química de laboratorio; suben las acciones de las compañías que prosperan y caen las acciones de las compañías que no prosperan.
Ahora bien, las empresas están gestionadas por personas individuales que realizan una multitud de acciones humanas a través del tiempo movidas por una multitud de fines; y a la vez, las empresas viven en un entorno de cambio constante, resultante de infinitas acciones humanas de otros seres individuales. Así, una empresa prospera o se hunde como consecuencia de lo acertado/equivocado de las decisiones de los empresarios, además de muchos otros factores exógenos causados por la suma de una multiplicidad infinita de ACCIONES HUMANAS (que afectan por ejemplo a los tipos de interés, precios del petróleo, e infinidad de otras variables). Lo único cierto es que el devenir de las empresas no es modelizable, ni puede ser enteramente captado por la matemática o la estadística, porque no pertenece al campo de la Ciencia, sino al de la Acción Humana.

Muchos coincidirán conmigo en que “La Bolsa” es un gran negocio sobre todo para el sinfín de intermediarios que viven de comisiones (brokers, gestores, corporate bankers), y cuyo incentivo principal es VENDER, en lugar de “crear riqueza para sus clientes”. Este colectivo fomenta la especulación, crea burbujas, y en suma “equivoca” al cliente, creando en general la ilusión de que “se puede ganar un 20% en bolsa con relativa rapidez”. Buffet ya explicó que el mercado a corto plazo es una “voting machine” y a largo plazo una “weighting machine”. O en otras palabras, irracional y exagerado a corto plazo, y buen barómetro del valor de las empresas a largo plazo.
saludos

¿Cómo obtiene el Estado recursos para financiarse?Los impuestos

Básicamente puede obtenerlos mediante el cobro de impuestos, la venta de activos y servicios, endeudándose y emitiendo moneda. De todas estas vías para financiar los gastos del Estado, la principal es la impositiva.

Qué duda cabe que los Estados desearían aumentar ilimitadamente los impuestos pero se encuentran que, llegados a un determinado punto, no pueden recaudar más por mucho que sigan aumentando los impuestos. Esta es la intuición que plasmó Arthur Laffer (economista de la oferta) en la curva que lleva su nombre.
En la época de Ronald Reagan, Laffer dibujo esta curva en una servilleta para explicar a Dick Cheney las ventajas de una rebaja fiscal (la servilleta está actualmente depositada en una vitrina en el Bookings Institution). La curva, que tiene forma de U invertida, relaciona el tipo impositivo medio y los niveles de recaudación. En este diagrama, se coloca el tipo impositivo en el eje de abscisas, y los niveles de recaudación en el de ordenadas. Al principio de la curva, cuando los impuestos son del 0% (es decir, no pagamos impuestos), la recaudación del Estado es lógicamente cero. A medida que se van aumentando los impuestos, la recaudación del Estado empezará a aumentar desde cero hasta alcanzar un punto máximo. En este punto se encuentra el tipo impositivo "óptimo", ya que es el que produce los mayores ingresos para el Estado. A partir de este momento, si el Estado continúa incrementando los impuestos, su recaudación irá descendiendo progresivamente, hasta llegar a cero en el caso de un gravamen del 100% (porque nadie se molestaría en trabajar si sabe que perderá todo lo que gana).

Pese a que tanto el tipo de gravamen óptimo como la forma de la curva no se pueden conocer/calcular (y además varían de un país a otro), la curva de Laffer es una intuición sencilla e interesante porque nos dice que a partir de un cierto nivel de impuestos, el Estado va a ingresar menos. Este descenso en la tributación se pueden deber a diversas causas: destrucción de la producción, porque los proyectos dejan de ser rentables y se abandonan (o ni se empiezan); sustitución de trabajo por ocio; o porque propician el fraude y la evasión fiscal hacia paraísos fiscales.

Pero estas son solamente consecuencias de la principal causa: los ciudadanos sienten que la presión fiscal es excesiva. Sufren esta carga impositiva en su vida diaria. La defensa del individuo debe empezar por evidenciar esto, y señalar claramente que esta confiscación es ilegítima e injusta porque las personas son dueñas de sí mismas y, por tanto, de lo que producen. Es en este sentido que el individuo ve a los paraísos fiscales como verdaderos refugios (hay que recordar que tax haven no significa paraíso sino refugio fiscal). Es decir, se refugia en destinos donde la actividad económica esté menos gravada. Y es que mientras las regulaciones no son exageradas, los ciudadanos no suelen oponerse a ellas. Pero llega un punto en el que los ciudadanos ("contribuyentes" se les denomina) no están dispuestos a aguantar más imposiciones. Consideran que el tipo es demasiado alto y empezarán a dejar de pagar impuestos, ya que será más rentable el fraude (o el ocio) que el trabajo y la inversión. Dicho de otra manera, cuando los impuestos son excesivos, la gente tenderá a no obedecer la ley.
saludos

Sino se reforma el sistema financiero cada década se tendrán crisis



Jesús Huerta de Soto, catedrático de Economía Política en la Universidad Rey Juan Carlos de España, advierte que sin reformas cada década se tendrán crisis.
¿Hacia dónde va la crisis?

– Primero hay que reconocer que venimos de varios años de vivir una expansión artificial que es responsabilidad de los bancos centrales del mundo que redujeron las tasas de interés, incluso a niveles reales negativos con lo que se envió un mensaje a los empresarios que se podían endeudar y emprender aventuras arriesgadas porque existía mucho dinero disponible, eso originó una burbuja especulativa que llevó a inversiones indebidas. El mercado que es muy eficiente logró detectar ese error.

La crisis financiera está desde el año pasado y ahora lo que viene es la recesión, que es una etapa sana, algo como la resaca en la que el mercado descubre los errores y se pone a reestructurarlos.

¿Cuánto tiempo tomará superar esta recesión mundial?

– El mercado es muy eficiente detectando los errores y reajustándolos, si no hay intervenciones del Estado la recesión será profunda, pero rápida: en “V”. Ahora si los Estados intervienen puede ser que el proceso de recuperación se detenga. Yo soy optimista, porque los grandilocuentes planes de salvamento entre lo que se diseñan, hacen y funcionan, tomarán muchos meses y para cuando tengan algún efecto ya nos habremos recuperado.

¿Qué tiene que cambiar luego de la crisis financiera?

– Estas crisis se han repetido desde hace 200 años como consecuencia del intervencionismo de los bancos centrales y de los gobiernos. No hay economía de mercado en el ámbito financiero porque existen los bancos centrales que fijan la masa monetaria y las tasas de interés, algo absurdo porque es un precio clave que debe fijar el mercado. Para evitar que esto suceda hay que reformar el sistema monetario y financiero para liberalizarlo.

¿Cómo debe ser esa reforma?

– Primero hay que eliminar los bancos centrales. Exigir un encaje bancario del cien por ciento para los depósitos a la vista y en tercer lugar reestablecer el patrón oro, es decir que la masa monetaria no la fije la autoridad pública, porque tiene tentaciones políticas para manipularla.
Precisa eliminar lo que queda de socialismo en el ámbito financiero de las economías occidentales, es decir los bancos centrales monopolistas que fijan el tipo de cambio y la masa monetaria. Desapareció el socialismo real, pero existe socialismo en el ámbito financiero que es vital para una economía y causa las etapas de auge, expansión y recesión.

Pero el centro de la crisis viene del corazón del capitalismo.

– No, es justo lo contrario. Viene del corazón del socialismo e intervencionismo. Hay un banco central que controla el sistema financiero y por culpa del estatismo en el ámbito financiero y que impacta en el sistema a través de la banca libre que actúa con privilegios (encaje bancario) es que tenemos estas crisis. Lo que es una tragedia es que se venda a la ciudadanía que estas crisis son del capitalismo.

¿Sin cambios se pueden esperar nuevas crisis?

– Si no se hace la reforma cada siete o diez años sucederán (crisis) porque la economía se recupera y la gente empieza a pedir préstamos y ningún banquero central se atreve a subir la tasa de interés.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20090504/economia/99596/