Un estudio hecho en los países nórdicos , demostró que las personas que invierten en bolsa no son los que más dinero tienen, sino lo más inteligentes.

"Por extraño y paradójico que le parezca: La renta variable es el activo-a largo plazo-más rentable y menos arriesgado".Francisco García Paramés

La clave en el mundo de las inversiones está en la PACIENCIA, como decía un inversor value "Más vale hacerse rico despacio que pobre rápidamente" .

Todo llega para quien sabe esperar.Nunca te des por vencido, las grandes cosas llevan tiempo.

‎ "Yo me fío más de cómo maneja la economía una familia que se juega el pan o un empresario, que se juega la ruina, que un grupo de señores que, cuando quiebran un país, se van a su casa, reciben seis cargos públicos o privados y se dedican a dar discursos."Daniel Lacalle

Los seres humanos observan que hoy en día las carreteras, los hospitales, las escuelas, el orden público, etc. etc., son proporcionados en gran (sino en exclusiva) medida por el estado, y como son muy necesarios, concluyen sin más análisis que el estado es también imprescindible. No se dan cuenta de que los recursos citados pueden producirse con mucha más calidad y de forma más eficiente, barata, y conforme con las cambiantes y variadas necesidades de cada persona, a travésdel orden espontáneo del mercado, la creatividad empresarial y la propiedad privada.Jesús Huerta de Soto

Comprar cuando la bolsa baja y vender cuando sube es difícil porque va en contra de la naturaleza humana: en los últimos 3.000 años, cuando el vecino de al lado salía corriendo o gritaba "fuego", ha resultado rentable salir corriendo también. De ahí que cuando la bolsa sube nos dan ganas de comprar, y cuando baja nos dan ganas de vender, por una simple cuestión de biología.

¿Pero es que no os dais cuenta que todas las injusticias y toda la corrupción proviene de lo "publico"?‏



martes, 28 de septiembre de 2010

Groupon: otro éxito del capitalismo para los menos pudientes

¿Cómo funciona Groupon?
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Si tienes más preguntas, echa un ojo a la sección Ayuda
Web pincha aquí
Descubierto en la web del instituto mises
saludos

sábado, 25 de septiembre de 2010

Suiza quiere introducir franco suizo respaldado 100% con oro

Madrid, 8 de septiembre 2010 (OroyFinanzas)

 – El suizo Thomas Jacob, está impulsando en el país hevético el proyecto de introducir mediante una iniciativa constitucional, un franco suizo 100% respaldado por oro.
La idea de introducir un franco suizo respaldado íntegramente con oro, le viene a Thomas Jacob, de su pasión por las ideas liberales y por la escuela austríaca de economía.
Jacob se posicionó en su momento contra la venta de las reservas de oro que realizó el banco central del país helvético. “El Banco Nacional de Suiza vendió entre los años  2000 y 2007 alrededor de 1.500 toneladas de oro. Creo que las restantes 1.050 toneladas, se deben conservar”, señalo Jacob en una entrevista realizada por el semanal alemán Smart Investor.
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El objetivo de Jacob es introducir un franco suizo respaldado al 100% por oro mediante la remonetización del oro de las reservas del Banco Central suizo.
El primer paso sería introducir los francos oro, esto es que el Banco Nacional de Suiza emitiría certificados de oro que les entregaría a los ciudadanos. Se repartiría literalmente el oro entre la población y se establecería el franco oro, como dinero y medio legal de intercambio.
La segunda parte constaría de la legalización de los francos oro, es decir, se autorizaría la emisión privada de los francos oro para utilizar libremente como dinero.
En Suiza entrarían a circular dos monedas. En realidad el franco de oro seria una especie de moneda en paralelo que designaría una unidad de peso en oro y técnicamente sería algo similar a un ETF. La diferencia sería, evidentemente legal, ya que funcionaría como un medio de intercambio.
El franco oro sería un dinero privado, la creación de dinero no estaría en las manos del estado. La única diferencia radicaría en la creación de crédito. Con los francos de oro no se podría emitir crédito.
Como indica Jacob “el proyecto debe ser iniciativa de los ciudadanos, el concepto debe ser lo más simple como sea posible.”
No haría falta un banco central para controlar la emisión del dinero si se vota una iniciativa constitucional, ni el Gobierno ni el banco central podría poner objeciones.
Según Jacob,  Suiza esta predestinada para sacar adelante un proyecto de estas características, debido a la combinación de poseer una divisa propia, reservas de oro y el derecho de la iniciativa constitucional de los ciudadanos, cosa que no sucede en ningún otro país del mundo.
“El banco central no estaría necesariamente en contra del proyecto”, señala Jacob. “De hecho, sólo retiraría el oro de su balance y lo pondría a disposición de la población.”
Miércoles, 8 de Septiembre de 2010

jueves, 16 de septiembre de 2010

Reino Unido debate restaurar la reserva 100% en los depósitos bancarios


El Parlamento británico debatirá una propuesta revolucionaria. Una reforma financiera para restaurar la reserva 100% en los depósitos a la vista, lo cual implica eliminar la reserva fraccionaria, principio sobre el que se asienta el actual sistema bancario, y clave para entender los ciclos económicos.

MANUEL LLAMAS
El Parlamento británico ha aceptado debatir a partir del próximo noviembre una propuesta que supone una auténtica revolución para el actual sistema bancario. Steve Baker y Douglas Carswell, diputados conservadores de la Cámara, presentaron el miércoles, con el apoyo de otros miembros de su partido, una reforma financiera inédita,consistente en limitar la reserva fraccionaria de la banca. Es decir, el privilegio legal por el cual una entidad puede prestar los depósitos a la vista de sus clientes, expandiendo así el crédito.
Así, por ejemplo, cuando un cliente deposita 100 euros en una cuenta a la vista (cuenta corriente), su dinero, en realidad, se esfuma ya que, automáticamente, la entidad está autorizada legalmente por el gobierno para prestar hasta el 98% de esa cantidad. Esos 98 euros son, a su vez, depositados en otra cuenta y, nuevamente prestados a otro cliente con tal de reservar el 2% (coeficiente de caja), y así sucesivamente en un proceso que puede repetirse hasta 50 veces, aumentando de forma exponencial la oferta monetaria.
Según una reciente encuesta elaborada por The Cobden Center, el 74% de los británicos piensa, erróneamente, que el banco guarda al 100% el dinero despositado en sus cuentas corrientes, garantizando así su propiedad. Tan sólo un soprendente 8% conoce la realidad: que las entidades disponen libremente de esos ahorros.
El sistema de reserva fraccionaria es la base sobre el que se sustenta el funcionamiento de la banca desde hace casi dos siglos. Consiste en que un banco tiene derecho a prestar el dinero de sus clientes, al mismo tiempo que tiene la obligación de devolvérselo de forma inmediata en el momento que lo reclamen.
Por tanto, cuando se invierte a largo plazo (empleando depósitos a la vista para conceder, por ejemplo, hipotecas), sólo es viable si todos los depositantes no deciden retirar su dinero de forma simultánea (corrida bancaria). El banco tan sólo está obligado por ley a conservar en caja el 2% de los depósitos a la vista para pagar a los clientes que deseen retirarlo, el resto lo presta una y otra vez. Según numerosos miembros de la Escuela Austríaca de Economía, ésta es una de las principales claves para entender los recurrentes ciclos de auge y recesión propios de nuestra época.
La reforma que ha presentado Baker pretende poner fin a esta práctica, permitiendo al cliente elegir la forma de su depósito. Los impulsores reconocen explícitamente que su propuesta está inspirada en la obra Dinero, Crédito Bancario y Ciclos Económicos, de Jesús Huerta de Soto, catedrático de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos.
Tal y como explica Baker en The Wall Street Journal (lea aquí la traducción), la reforma no consiste en prohibir la reserva fraccionaria sino en que el consumidor pueda elegir constituir depósitos 100%. Es decir, que el banco no preste su dinero sin su consentimiento.
En esencia, se trata de restaurar la Ley de Peel de 1844, sólo que extendiéndola a los depósitos bancarios. Dicha ley exigía un coeficiente de caja del 100% en oro a los bancos privados, pero tan sólo respecto a la emisión del papel moneda (patrón oro), olvidándose de aplicar el mismo requisito a los depósitos (vea aquí el vídeo explicativo de Huerta de Soto).
Según Baker, la reforma ofrecerá a los consumidores la posibilidad "de elegir cómo van a utilizar los bancos sus depósitos. Si usted pide en préstamo una pintura a un amigo y le promete que la va a devolver cuando él la pida y a continuación, presta la misma pintura a otra persona, usted está cometido un fraude. Estas normas no se aplican, sin embargo, a los banqueros. Los parlamentarios británicos tienen hoy la oportunidad de cambiar esto, y espero que así lo hagan".
El origen de la crisis
Desde hace casi dos siglos, los bancos gozan del privilegio legal de la reserva fraccionaria, "lo cual significa que pueden prestar lo que ya deben a sus depositantes. Al prestar e invertir los depósitos a la vista, los bancos crean dinero mediante la extensión de crédito. Cuando las inversiones del banco se vuelven agrias, y las inversiones a menudo se vuelven agrias, el banco no puede devolver los depósitos y se declara en quiebra. A menos que se las arregle para convencer a los políticos de que es demasiado grande para caer [too big to fail], en cuyo caso serán rescatados con dinero de los contribuyentes", explica el diputado.
"Esta relación asimétrica entre los depósitos bancarios y el contrato y los derechos de propiedad normales, combinada con la intervención del Estado, como en el caso de la planificación central de las tasas de interés [en alusión a la banca central], y diversas garantías adicionales, es la causa de los auges y crisis financieros", aclara. Baker señala que esta propuesta está siendo seguida muy de cerca en EEUU y Europa. No es de extrañar si se tiene en cuenta que supondría una auténtica revolución para el sistema bancario.
"Nuestro proyecto de ley permitiría a los británicos elegir cómo se utiliza su dinero". Es decir, que la entidad lo custodie sin posibilidad de prestarlo, garantizando la reserva 100% a cambio de pagar una comisión, o bien que el cliente permita explícitamente a la entidad prestar su dinero por un período de tiempo determinado, o lo que es lo mismo, un depósito a plazo a cambio de un determinado rendimiento (tipo de interés).
De este modo, según Baker, "el crédito seguiría existiendo", sólo que ahora sí estaría "respaldado por ahorro real". Además, el depositante "sería plenamente consciente de los beneficios y los riesgos a la hora de optar entre depositar su dinero en custodia [depósito a la vista] o invertirlo durante un período definido [depósito a plazo]".
"Hace dos años la economía mundial entró en crisis, sin embargo, nada se ha hecho para tratar de evitar nuevas crisis. Poner fin a la banca de reserva fraccionaria ha sido propuesto en algunas ocasiones por varios economistas de las tres grandes escuelas tradicionales - keynesianos, monetaristas y austríacos-. Uno podría preguntarse por qué el clamor para poner fin a este privilegio legal y anti-capitalista de la banca de reserva fraccionaria no se ha planteado con anterioridad ni con más fuerza".
Baker tiene muy claro cuál es el problema clave que padece el sistema bancario contemporáneo y propone su solución de forma meridianamente clara: "Los enemigos de la libertad muestran la crisis financiera como un fracaso del capitalismo. Sin embargo, el mercado en realidad no otorga privilegios legales a la banca tales como la reserva fraccionaria, los políticos sí. El privilegio legal de la reserva fraccionaria destruye los mecanismos sanos de propiedad y derecho contractual propios del capitalismo. Esperamos poner fin, hoy, a este privilegio".

Reforma para eliminar la reserva fraccionaria

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Una pequeña reforma con enormes repercusiones


Juan Ramón Rallo

&quote&quoteVeremos si los socialistas de todos los partidos, tan entusiasmados hasta la fecha con regular cualquier mínimo aspecto de la vida interna de los bancos, se suman a la propuesta. Me atrevo a adelantarles la respuesta: no.
Mucho se ha debatido durante estos días sobre si la reforma bancaria contemplada en Basilea-III era suficiente o no para combatir esa lacra que son los ciclos económicos. El nuevo tratado propone reforzar la solvencia y la liquidez de los bancos obligándoles a disponer de más fondos propios y activos líquidos que en la actualidad, de modo que sean capaces de resistir con más holgura las pérdidas y las mermas de financiación.
Y aunque en muchos sentidos Basilea-III suponga un avance con respecto a la barra libre actual –más que libre, subvencionada inflacionariamente por los sufridos ciudadanos–, la perspectiva que adopta el tratado parte de un error fundamental: no busca acabar con las causas que provocan los ciclos, sino que trata de minimizar sus consecuencias. O, en otras palabras, su hipótesis de partida es que los ciclos son inexorables y que cuanto podemos hacer es ir preparando su inexorable llegada.
La realidad es muy distinta: los ciclos son una consecuencia directa de la expansión del volumen de crédito bancario por encima del ahorro que lo está financiando. Dado que los tipos de interés a largo plazo son muy superiores a los tipos de interés a corto plazo, los bancos tienen enormes incentivos para endeudarse a corto plazo e invertir a largo plazo; nefasta práctica conocida como "transformación de plazos" que, por un lado, permite que los fondos disponibles para hipotecas, proyectos empresariales o créditos al consumo sean muy superiores al volumen de ahorros que puede financiarlos de manera sostenible y que, por otro, sitúa al banco en una situación tal de apalancamiento a corto plazo que éste sólo consigue sobrevivir gracias a los recurrentes chutes o inyecciones de crédito que le va proporcionando recurrentemente el banco central de turno.
Es absurdo, como hace Basilea-III, desligar este proceso de creación artificial de crédito de las distorsiones que se van acumulando en una economía hasta que colapsan en forma de crisis –por ejemplo, la hipertrofia del sector de la construcción, derivada del abundante crédito hipotecario– y de la escasísima liquidez y solvencia que exhiben los bancos modernos. Cuanto más crédito desligado del volumen de ahorros se genere, más distorsiones se producirán en la economía y menos líquidos y solventes se volverán los bancos. Así de crudo y así de simple.
Por fortuna, en el Parlamento inglés un grupo de diputados conservadores, que trata de mirar más allá de la misma sabiduría convencional que nos ha conducido a esta Segunda Gran Depresión, ha presentado una iniciativa de ley que cambia por completo la hipótesis de partida: los ciclos económicos no son perturbaciones exógenas e inexplicables frente a los que debamos protegernos como si consistieran en una lluvia de meteoritos, sino procesos endógenos de creación insostenible de crédito que debemos combatir como si de un atentado contra los pilares de nuestra prosperidad se tratara.
Así, inspirados en la obra del catedrático español de Economía Jesús Huerta de Soto, han propuesto algo tan simple como limitar uno de los casos más extremos de transformación de plazos: los bancos se endeudan a la vista con el gran público (nuestras cuentas corrientes son eso, depósitos a la vista) al tiempo que invierten a larguísimos plazos (por ejemplo, concediedo hipotecas). En otras palabras, por un lado nos prometen devolvernos nuestro dinero en el momento en el que nosotros lo deseemos y, por otro, lo tienen inmovilizado y comprometido en proyectos que, con suerte, sólo lo recuperarán al cabo de 10, 20 ó 30 años. Algo obviamente imposible de cumplir salvo recurriendo a la inflación y al envilecimiento de la moneda: al fin y al cabo, si las inversiones a largo plazo del banco destinan los factores productivos a construir durante diez años una autopista, difícilmente podremos los depositantes hacer mientras tanto un uso distinto de esos factores productivos –por ejemplo, dirigirles a que nos fabriquen un automóvil en los próximos meses.
Y pese a ello, muchas personas a día de hoy siguen creyendo ingenuamente que el dinero que depositan en su banco se encuentra custodiado en una caja fuerte de la que pueden echar mano cuando lo deseen. El objetivo de la ley es precisamente clarificar esta posible confusión de partida: ¿quiere usted, señor depositante, entregarle su dinero al banco en concepto de depósito –de modo que la entidad no pueda hacer ningún uso del mismo– o en concepto de préstamo –de manera que la entidad pueda disponer de él como desee?
Una simple pregunta que limitaría enormemente la creación de crédito fiduciario en nuestros días y que, por tanto, suavizaría de verdad los ciclos económicos. Es probable que no sea la cortapisa definitiva contra las crisis, pues los bancos podrían seguir abusando del crédito a través de los préstamos a muy corto plazo (por ejemplo, préstamos a un día o a una hora que fueran renovándose permanentemente) al tiempo que disfrutan del importantísimo respaldo inflacionista de los bancos centrales para compensar su iliquidez; pero desde luego sí es una de las reformas más sencillas, inmediatas y útiles que podemos implementar a día de hoy y hasta que sea posible eliminar los bancos centrales, las legislaciones de curso forzoso y someter a todos los bancos a un régimen de competencia respetuoso con los contratos privados y los principios generales del derecho.
Veremos si los socialistas de todos los partidos, tan entusiasmados hasta la fecha con regular cualquier mínimo aspecto de la vida interna de los bancos, se suman a la propuesta. Me atrevo a adelantarles la respuesta: no. Al fin y al cabo, el principal beneficiado de la transformación de plazos de los bancos no es otro que el Estado, quien puede financiar sus dispendiosas emisiones de deuda pública a tipos de interés risiblemente bajos. Evitar las crisis siempre fue lo de menos.
Juan Ramón Rallo es jefe de opinión de Libertad Digital, director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Marianaprofesor de economía en la Universidad Rey Juan Carlos y autor de la bitácora Todo un Hombre de Estado. Ha escrito, junto con Carlos Rodríguez Braun, el libro Una crisis y cinco errores, galardonado con el Premio Libre Empresa 2010.

Ayer fue un día histórico

Si tienen éxito pasarán a la posteridad como Wilberforce -en relación con la abolición del comercio de esclavos- y otros grandes prohombres del Reino Unido, a los que tanto debe el mundo entero.

En la cuna de la democracia moderna, en el Parlamento del Reino Unido, ayer fue oficialmente aprobada en Londres la presentación de un proyecto de ley que tiene un doble objetivo: por un lado, la defensa plena y efectiva del derecho de propiedad del dinero de los ciudadanos depositado en forma de cuentas corrientes en los bancos; y por otro, acabar de una vez por todas con los ciclos recurrentes de auge artificial, crisis bancaria y financiera, y recesión económica que vienen afectando a las mal llamadas economías de mercado desde hace, al menos, doscientos años.
El proyecto de ley pretende, en total consonancia con los principios generales del derecho de propiedad que son imprescindibles para que funcione una economía de mercado, acabar con el privilegio de que actualmente goza la banca privada para actuar con un coeficiente de reserva fraccionaria en relación con los depósitos a la vista (y equivalentes) que recibe. Se trata de reinstaurar el coeficiente de caja del 100 por cien para el dinero depositado a la vista y de culminar la Ley bancaria de Peel de 1844, que ya correctamente diagnosticó el problema de la reserva fraccionaria, pero lamentablemente dejó a los depósitos a la vista fuera del requisito legal de coeficiente del 100 por cien que sí exigió en relación con la emisión de papel moneda.
Como consecuencia, la Ley de Peel no logró su objetivo, los bancos siguieron expandiendo artificialmente el crédito con cargo a depósitos de nueva creación (simple asientos contables en sus balances) y generando burbujas especulativas, que tarde o temprano, cuando el mercado descubre los errores cometidos, dan lugar inexorablemente a graves crisis bancarias y financieras y a profundas recesiones económicas. (El que tenga interés en profundizar en todos los detalles analíticos e históricos puede consultar mi libro Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, publicado en 4 ediciones en español y traducido a trece idiomas).
Es emocionante que un puñado de diputados tories encabezados por Douglas Carswell y Steven Baker hayan dado este paso. Si tienen éxito pasarán a la posteridad como Wilberforce -en relación con la abolición del comercio de esclavos- y otros grandes prohombres del Reino Unido, a los que tanto debe el mundo entero.
Jesús Huerta de Soto es catedrático de Economía en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid

sábado, 11 de septiembre de 2010

La alternativa liberal


Juan Ramón Rallo

&quote&quoteEso es lo que queremos los liberales: una sociedad de propietarios con pensiones más altas y vidas laborales más breves. Es el socialismo, no el capitalismo, quien ha empobrecido a las masas con su insostenible, carísimo e ineficiente Estado de Bienestar.

La delirante retórica marxista ha calado tan hondo en nuestra sociedad que suele asociarse el liberalismo con la defensa de los intereses de los ricos capitalistas a costa de los desarrapados proletarios o del expoliado medio ambiente. Así, no es extraño asociar las posiciones liberales con la defensa de reducir el gasto en sanidad o en educación, con la de abaratar el despido, con la de abolir las regulaciones de discriminación positiva, con la supresión de las subvenciones a la cultura o, también, con la de elevar la edad de jubilación.
La izquierda y los intervencionistas de todos los pelajes rápidamente sacan buen provecho de ello: "Es que los liberales queréis una sanidad y una educación de mala calidad para poder privatizarla y que sólo los más ricos puedan costeársela; es que queréis que los empresarios despidan a los obreros para incrementar sus beneficios; es que queréis que las minorías sean discriminadas por el hombre blanco dominante; es que queréis analfabetizar a las masas para que no puedan emanciparse y luchar por sus derechos; es que queréis que los proletarios trabajen más años para poderlos explotar durante más tiempo".
Por demagogo y ruin que sea este ejercicio de difamación, ha terminado calando en la sociedad. Los liberales no hemos sabido decir alto y claro que lo que queremos es unaeducación y una sanidad de elevadísima calidad y al precio más reducido posible y de ahí que queramos privatizarlas; que lo que queremos no es un despido barato, sino libre, porque el despido impuesto por el Estado puede actuar de barrera de entrada a la hora de crear empleo; que no queremos que se discrimine de manera absurda y prejuiciosa, sino que demandamos libertad para discriminar entre las discriminaciones lógicas y positivas (que yo no pueda jugar de pívot en la NBA) y las discriminciones irracionales que tienden a castigarse en un mercado libre; que si no queremos subvenciones a la cultura es porque tienden a empobrecerla y convertirla en propaganda estatista, al contrario de lo que sucede cuando se la deja a la filantropía privada; y, por último, que no queremos que la gente se jubile a los 67 ó 70, sino a los 50, a los 45 o, si fuere posible, a los 35 y con la renta más alta posible. Por todo eso y porque seríamos más libres, que no es poco.
En este sentido, el caso de las pensiones es simplemente sangrante. Cuando un liberal defiende que la edad de jubilación en el sistema público debe elevarse a los 67 o a los 70 lo hace como una desagradable constatación de la realidad –"la estafa piramidal de la Seguridad Social no da para más"– y no porque disfrute viendo cómo el Estado nos roba cada día con mayor descaro.
La verdadera alternativa liberal es el sistema de capitalización, esto es, ahorrar e invertir (que no especular) una parte de nuestra renta en activos que proporcionen rendimiento, idealmente el mercado bursátil. Décadas de estatismo y de pensiones públicas nos han terminado acostumbrando a unas rentas tan raquíticas que parece imposible que una persona pueda jubilarse a los 45 años con una pensión media que duplique, al menos, la actual pública.
Pero no, sólo hay que mirar lo que nos arrebata mes a mes el Estado y cuánto se ha revalorizado la bolsa para comprobar que la alternativa es y ha sido posible: el Estado le quita cada mes un tercio de su sueldo sin que usted llegue a verlo reflejado en nómina; ese tercio de su sueldo va destinado en su práctica totalidad a financiar el sistema público de pensiones (y no la sanidad, que se financia vía impuestos como el IRPF); usted podría haber invertido ese tercio de su sueldo sin merma alguna en su nivel de vida presente; la inversión más rentable del sistema capitalista es por lógica la bolsa, donde cotizan títulos que dan propiedad a una parte de las empresas punteras de una sociedad; en el último siglo, la bolsa se ha revalorizado de media un 7% anual en términos reales (descontada la inflación); los bancos centrales no tienen nada que ver con esta expansión, si acaso la entorpecen y la frenan con su inducción a generalizar malas inversiones que consumen y despilfarran capital; es cierto que la bolsa es muy volátil a corto plazo (puede caer hasta un 60% en un año), pero a un plazo de 15 años –que es un horizonte razonable para capitalizar una pensión– se convierte en el activo más seguro y menos volátil; el resultado de capitalizar el tercio no percibido de nuestros sueldos a un 7% anual de media durante toda nuestra vida laboral nos proporciona unos patrimonios inmensos y unas pensiones que en muchos casos triplican las más generosas actuales.
Eso es lo que queremos los liberales: una sociedad de propietarios. Pensiones más altas y vidas laborales más breves. Es más, muchos ni siquiera queremos que los bancos gestionen las pensiones privadas, pues abogamos por que cada uno administre su propia cartera bursátil o, en el peor de los casos, la invierta en un fondo que replique el índice (ETF). No es necesario buscarle cinco pies al gato ni tratar de encontrar intereses espurios. Las cosas son como son y basta hacer el cálculo retrospectivo. Es y ha sido el socialismo, no el capitalismo, el que ha empobrecido el nivel de vida de las masas con su insostenible, carísimo e ineficiente Estado del Bienestar; es y ha sido el socialismo quien debe responsabilizarse de la ruina de su modelo y quien tiene ahora la pelota en su tejado.
No caigamos, otra vez, en su trampa populista. Que no nos hayamos aprovechado hasta ahora de los frutos de la libertad no significa que estén podridos, sino que nos han hecho creer que lo están para que otros, los políticos, puedan zampárselos bien frescos a nuestras costillas.
Juan Ramón Rallo es jefe de opinión de Libertad Digital, director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Marianaprofesor de economía en la Universidad Rey Juan Carlos y autor de la bitácora Todo un Hombre de Estado. Ha escrito, junto con Carlos Rodríguez Braun, el libro Una crisis y cinco errores, galardonado con el Premio Libre Empresa 2010.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Pensiones: sistema de reparto o de capitalización individual

El sistema de pensiones actual (o sistema “de reparto”) no resiste una comparación con el sistema de capitalización personalizada para la jubilación.  Aquí puedes visualizar rápidamente las consecuencias de cada sistema sobre cada una de las cuestiones enunciadas.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Vídeo de la voluntad y nuestra naturaleza



El dinero es la institución social por excelencia, permite el cálculo económico y al permitir la multiplicación casi sin límite de los intercambios humanos, permite la multiplicación sin límite de las relaciones entre los seres humanos.Es decir que ayuda a crear y depurar las demás instituciones sociales ( lenguaje, derecho, moral...) e impulsa el desarrollo de la civilización.

En la época de trueque los intercambios estaban reducido a aquello que sobraba donde la mayoría de las economías domesticas vivían en una situación de autoconsumo ejemplo: vivían en pequeñas granjas y prácticamente lo que producían lo consumían, solamente algún sobrante y con una frecuencia muy pequeña 1 o 2 veces al año, bajaban de la montaña donde tenían su caserío y bajaban a los valles para ponerse en contacto con otros vecinos e intercambiar vía trueque los bienes que le sobraban a uno con los bienes que le sobraban al otro. Cuando entra el dinero en escena se multiplica exponencialmente las relaciones y cambios. Y al ser muchísimo más los cambios que se pueden llevar a cabo, exige la necesidad de entendernos entre uno y otros, es decir de hablar y entender lo que nos ofrecen y lo que yo ofrezco. Entonces paralelamente, al aumento de los intercambios consecuencia del dinero empieza a confluir los diferentes dialectos locales de cada valle o pequeña región y se va formando un lenguaje de más general utilización. Así empieza formarse el castellano a partir de diferentes dialectos de diferentes valles en el norte de Burgos. Sino hubiese habido la posibilidad de hacer esos cambios gracias al dinero, los seres humanos hubieran quedados circunscritos a su pequeño caserío y a sus pequeños trueques durante siglos y siglos y por tanto a su lengua estrictamente local. De la misma manera que hay una tendencia a la generalización de un único de medio de intercambio ( el dinero) comúnmente aceptado, también hay una tendencia a la generalización del idioma que permite que cada vez se entienda mejor con el resto.

Y también este aumento de intercambios que permite el dinero va depurando los comportamientos de tipo moral y jurídico ( derecho) que hace posible la vida en sociedad. Por que un trato con un apretón de manos ya conlleva un acto de compraventa que tiene una serie de características que se van depurando por los expertos en derecho a lo largo de la teoría jurídica que explica la normas que se van descubriendo a lo largo del proceso evolutivo de cooperación social que hace posible el avance de la civilización y también las normas éticas.

Por tanto sin la aparición del dinero la sociedad no hubiera avanzado y viviríamos casi como en la época de las cavernas en una economía de subsistencia. Por eso no es una herejía decir que el dinero es la institución social por excelencia que permite la multiplicación de los intercambios que hacen avanzar a la sociedad, y como el intercambio es la relación social por excelencia con esa multiplicación se van depurando el resto de las instituciones tan vitales para ser humano que hace posible la vida en sociedad véase el lenguaje, el derecho, la moral etc...

Próximamente publicaré el trabajo que está haciendo sobre esta materia el profesor Huerta de Soto.