Un estudio hecho en los países nórdicos , demostró que las personas que invierten en bolsa no son los que más dinero tienen, sino lo más inteligentes.

"Por extraño y paradójico que le parezca: La renta variable es el activo-a largo plazo-más rentable y menos arriesgado".Francisco García Paramés

La clave en el mundo de las inversiones está en la PACIENCIA, como decía un inversor value "Más vale hacerse rico despacio que pobre rápidamente" .

Todo llega para quien sabe esperar.Nunca te des por vencido, las grandes cosas llevan tiempo.

‎ "Yo me fío más de cómo maneja la economía una familia que se juega el pan o un empresario, que se juega la ruina, que un grupo de señores que, cuando quiebran un país, se van a su casa, reciben seis cargos públicos o privados y se dedican a dar discursos."Daniel Lacalle

Los seres humanos observan que hoy en día las carreteras, los hospitales, las escuelas, el orden público, etc. etc., son proporcionados en gran (sino en exclusiva) medida por el estado, y como son muy necesarios, concluyen sin más análisis que el estado es también imprescindible. No se dan cuenta de que los recursos citados pueden producirse con mucha más calidad y de forma más eficiente, barata, y conforme con las cambiantes y variadas necesidades de cada persona, a travésdel orden espontáneo del mercado, la creatividad empresarial y la propiedad privada.Jesús Huerta de Soto

Comprar cuando la bolsa baja y vender cuando sube es difícil porque va en contra de la naturaleza humana: en los últimos 3.000 años, cuando el vecino de al lado salía corriendo o gritaba "fuego", ha resultado rentable salir corriendo también. De ahí que cuando la bolsa sube nos dan ganas de comprar, y cuando baja nos dan ganas de vender, por una simple cuestión de biología.

¿Pero es que no os dais cuenta que todas las injusticias y toda la corrupción proviene de lo "publico"?‏



martes, 28 de febrero de 2012

La Gran Depresión de 1929 a 1940

La Gran Depresión de 1929 a 1940

España, por detrás de Emiratos Árabes en libertad económica

 “los gobiernos no deben sustituir a la sociedad; cuánto menos la intenten orientar más libre será; cuánto más libre sea, más rica será también”. “Los países que tienen más libertad son más prósperos”,


España ha bajado cinco puestos en el Índice de Libertad Económica, y se sitúa en el puesto 36, por debajo de países como Jordania, Botswana, Georgia o Emiratos Árabes. El índice, liderado por países como Hong Kong, Singapur o Australia, lo elabora The Heritage Foundation y The Wall Street Journal, y este martes ha sido presentado en su versión española por la Fundación FAES.


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domingo, 26 de febrero de 2012

La próxima crisis financiera (Overdose: The Next Financial Crisis)




El documental Sobredosis: La próxima crisis financiera (Overdose: The Next Financial Crisis) del director Martin Borgs -siguiendo la hoja de ruta marcada por el libro Una tormenta perfecta (titulado en inglés Financial Fiasco) de Johan Norberg, quien además es narrador del documental- pregunta si antes de concederles a los políticos, banqueros y burócratas más poder sobre la economía, acaso no deberíamos primero examinar qué hicieron con todo el poder y los recursos. Se habla de una gran crisis del capitalismo, pero es necesario replantear que en realidad puede tratarse del colapso de las instituciones políticas y los estados, y de una gran crisis del intervencionismo provocada por sus medidas de estímulo fallidas en todo el mundo y su expansión inútil de las deudas públicas. Para quienes están muy familiarizados con este tipo de información “Sobredosis” no contiene grandes sorpresas, pero es un trabajo notable por la claridad y sencillez con la que resume diez años de desastre económico mundial. Ya no hay excusas para hacerse el inocente o el desinformado. Con trabajos como éste, todo el mundo puede y debe saber lo que hay.

Cuando realizamos un diagnóstico profundo acerca del gran desafío de la humanidad en los tiempos presentes, encontramos que el mapa de la gran crisis sistémica que enfrentamos está compuesto por cuatro elementos principales, altamente interrelacionados: Economía, Energía, Presión Demográfica y Medio Ambiente. En tiempos de crisis las sociedades buscan líderes fuertes y soluciones simples. Pero… ¿Qué pasaría si los artilugios económicos que se están planteando somo solución son los mismos errores que provocaron el desastre? El documental Overdose describe y analiza la historia de la mayor crisis económica de nuestra época: la que aún está por venir.
Cuando estalló la burbuja financiera global, la solución fue bajar las tasas de interés e inyectar miles de millones de dólares sin respaldo a un sistema bancario enfermo. Justamente esa solución fue el problema, y por eso la próxima crisis será peor aún. Los gobiernos ya se están quedando sin combustible para alimentar la economía. Puede ser que todavía estén en condiciones de salvar a los bancos, pero de ahora en adelante la pregunta más inquietante es quién salvará a los gobiernos…

Las previsiones apuntan a que el gigantesco endeudamiento sin precedentes de todos los países superará el 100% del PIB en breve. La economía de Grecia e Islandia ya se derrumbaron. Hay otros países que están en la cuerda floja… ¿Cuál será el próximo? ¿Qué sucederá cuando se produzca el inevitable efecto dominó en toda la economía mundial?

Esta tormenta que conmueve al planeta comenzó a gestarse en los Estados Unidos, cuando el Congreso a instancias del gobierno federal decidió impulsar masivos planes hipotecarios de vivienda, inclusive para quienes no podrían pagarlos. En dicha oportunidad el mercado acuñó el ingenioso acrónimo NINA: “Ningún ingreso. Ningún activo. Ningún problema”. Dicho esquema basado en las corporaciones privadas Fannie Mae y Freddie Mac que estaban patrocinadas por el Estado, generó en todo el mundo una burbuja financiera de proporciones sin precedentes.

¿Querías irte de vacaciones? ¿Deseabas renovar todo tu guardarropa o cambiar el vehículo? Sólo tenías que usar tu casa como si fuera un banco, hipotecándola y pidiendo el dinero prestado. ¿Por qué trabajar en actividades productivas si se puede ganar dinero tan fácilmente? Mientras el gobierno garantizaba todos esos préstamos sin respaldo, era de tontos no continuar endeudándose sin límites. Y para apagar el incendio la Reserva Federal no tuvo mejor idea que darle más alcohol a los ebrios, inyectando nuevos paquetes de estímulo millonarios en un sistema virtualmente quebrado.

Varios de los analistas entrevistados en este documental habían anticipado el desenlace de toda esta locura y la orgía del dinero sin respaldo, pero fueron ridiculizados y hostigados cuando en medio del auge de la fiesta y la borrachera del consumo, intentaron una y otra vez advertir sobre las catastróficas e inevitables consecuencias que tal descontrol tendría en el futuro.

Sin embargo aún hoy continúa aplicándose esta lógica financiera sin sentido, con rescates estatales gigantescos a compañías quebradas, y más creación de dinero ficticio para mantener en funcionamiento artificialmente la economía.

Overdose aporta una visión razonada sobre el inevitable final que tendrá todo esto, advirtiéndonos que la peor crisis financiera jamás vista, es la que nos está esperando.

sábado, 25 de febrero de 2012

Esto es un atraco

http://www.estoesunatraco.es


Esto es un atraco from estoesunatraco on Vimeo.

¿Qué salario mínimo le impondría a su peor enemigo?

Por Juan Ramón Rallo.

Para perjudicar a los trabajadores, el salario máximo debe fijarse lo más bajo posible o, alternativamente, el salario mínimo debe establecerse lo más alto posible.


Imagine que usted se convierte en un funcionario todopoderoso con legitimidad para imponerle a cada trabajador cuál es el salario máximo que puede percibir en el mercado. Supongamos, además, que usted carece de escrúpulos y que está determinado a castigar con la muerte por inanición a sus peores enemigos. ¿Qué salario máximo les impondría para alcanzar tal fin? La respuesta es clara: a sus enemigos les colocaría un salario máximo igual a 0 euros mensuales; o dicho de otro modo, prohibiría que sus enemigos fueran contratados por un sueldo de más de 0 euros al mes, lo que –a menos que montaran su propia empresa– les impediría obtener ningún ingreso en el mercado. Objetivo cumplido: con un salario máximo de 0 euros, sus enemigos caerían irremediablemente en la absoluta miseria.

Modifiquemos ahora ligeramente los supuestos de partida: usted sigue siendo ese funcionario sin escrúpulos pero, en lugar de fijar el salario máximo de cada trabajador, sólo puede establecer el salario mínimo de cada empleado. Y aquí volvemos a plantear la cuestión inicial: ¿qué salario mínimo le impondría a su peor enemigo? La respuesta intuitiva de mucha gente sería que, al igual que en el caso anterior, el salario mínimo para castigar a sus adversarios debería ser de 0. Pero fíjese que imponer un salario mínimo igual a 0 euros no impide que su enemigo acuda al mercado y cobre un sueldo superior a esos 0 euros mensuales: en realidad, el salario mínimo de 0 euros sólo impide que su enemigo cobre un sueldo inferior a esos 0 euros mensuales.

¿Tendría usted éxito en su propósito de condenarlo a la inanición? No, su peor enemigo podría dirigirse a cualquier empresario y negociar con él un salario mayor que 0 que le permitiera disfrutar de una agradable existencia. De hecho, si su peor enemigo era, por ejemplo, un pez gordo que venía cobrando un millón de euros anuales, el hecho de que usted le imponga un salario mínimo igual a 0 no modificará en absoluto su situación profesional: dado que un millón de euros es mayor que cero, la empresa no le rebajará sus emolumentos.

Entonces, ¿carecería usted de instrumentos para condenar a la miseria a su peor enemigo? No, pero necesitaríamos superar las engañosas intuiciones iniciales: para lograr su perverso propósito, usted debería imponerle a su enemigo un salario mínimo de infinitos euros mensuales. De este modo, dado que ningún empresario estaría dispuesto a abonar un sueldo tan alto a cambio de sus servicios laborales, su peor enemigo quedaría indefectiblemente estancado en una situación de desempleo (donde percibiría cero euros mensuales). En nuestro ejemplo anterior, si su peor enemigo estaba cobrando un millón de euros anuales y le impide trabajar por menos de 10.000 millones de euros, parece claro que no sólo será despedido de su puesto de trabajo, sino que no podrá encontrar empleo en ninguna otra parte de la economía.

En definitiva, al igual que no tendría ningún sentido que un autocrático funcionario les impusiera a sus enemigos un salario máximo de un billón de euros (pues todos los sueldos actuales son inferiores a esa cuantía máxima) tampoco lo tendría que les fijara un salario mínimo de cero, cinco o diez euros (pues todos los sueldos actuales son superiores a esa cuantía). Para perjudicar a los trabajadores, el salario máximo debe fijarse lo más bajo posible o, alternativamente, el salario mínimo debe establecerse lo más alto posible.

Este simple ejemplo debería bastar para que, más allá de nuestras erróneas impresiones iniciales, comprendiéramos cuál es el efecto real del salario mínimo: no el de incrementar las remuneraciones de los trabajadores, sino, cuando éste resultado demasiado alto en relación con su productividad, el de condenarles al paro. Y recuerde: cuando el Estado opta por incrementar sostenidamente el salario mínimo de un país... en realidad se está comportando como su peor enemigo.

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martes, 21 de febrero de 2012

De cuando se invierte sin conocer las consecuencias de la economía socialista (perdón keynesiana)‏

El pisito


Esta es la historia de la especulación con un piso que hizo rico a un matrimonio y que en su vejez sobrevive de la caridad.

Es la historia de un pisito comprado en 1967 por un millón de pesetas, 6.000 euros, y que sin grandes agobios permitió adquirir otro que con el boom inmobiliario en 2007 llegó a valer 700.000 euros, 116 millones de pesetas.

El valor inicial del pisito equivalía al sueldo de ambos de tres años. Con pocos esfuerzos tenían pagada la hipoteca en 1985.

Lo vendieron entonces por tres millones de pesetas y compraron otro valorado en el doble, seis millones, unos 36.000 euros.

Y como ambos llegaron a ganar entonces unas 250.000 pesetas, tenían pagada la hipoteca del nuevo piso en 2002.

El valor de esta segunda vivienda subía rápidamente desde los últimos 1980. En 2003 valía ya 40 millones de pesetas, que corresponden a 240.000 euros. En 2007, había llegado a 700.000 euros.

Unos asalariados que empezaron con un millón de pesetas –sus dos hijos tenían carrera y trabajo—y ahora poseían nominalmente esos 700.000 euros, 116 millones de pesetas.

Se jubilaron y la especulación inmobiliaria era maravillosa, por lo que vendieron el piso y compraron otro de 1,2 millones pensando en venderlo poco después en 1,5 millones. Vejez tranquila, de viajes y cruceros.

Instantáneamente, se hundió el mercado. No podían pagar la hipoteca con las pensiones de ambos y nadie les compraba por lo que pedían. Sus hijos, ya casados, y sus mujeres, cayeron en el paro.

El banco ha echado a todos del piso, y además tienen que seguir pagándolo.

Viven de la pensión de ambos en un lejano pueblo inhóspito: ellos, sus hijos, nueras y cuatro nietos, y recogen diariamente comida en locales de esos meapilas religiosos a los que ellos, laicos y progresistas, despreciaban tanto.

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lunes, 20 de febrero de 2012

Vamos a comparar un emprendedor de España con uno de Reino Unido. El resultado es demoledor.



Graham Hunt compara el resultado de un año de trabajo para un diseñador web que quiere probar a hacer páginas para empresas en su tiempo libre. Como veis, el resultado es demoledor: en España, prácticamente has trabajado para el Gobierno, que es el principal beneficiario de tu idea y tu esfuerzo. Con lo cual, mejor pasas las tardes viendo la tele. En UK, acabas el año con 6.000€ en el bolsillo. Y entonces puedes plantearte hacer crecer tu negocio, dar el salto y establecerte por tu cuenta, o simplemente complementar tu sueldo fijo, vivir mejor y gastar o ahorrar más.


Fijaos que de esos 6.000€, tanto si los gastas como si los ahorras, se beneficia toda la sociedad, partiendo de las empresas que te han vendido algo o las que has financiado con tu ahorro. En España, esos 6.000€ no se han generado porque la administración ha matado la iniciativa antes de que pudiera prosperar (porque solo un idiota trabajaría horas y horas para no ganar dinero), con lo que todos hemos perdido.

No existen los paraisos fiscales. Existen los infiernos fiscales, como España, donde la presion es la mas alta de la OCDE y el gasto politico hace que se despilfarre el doble de lo que se ingresa, con lo cual, incluso si se duplicase la recaudacion fiscal seguiriamos despilfarrando inutilmente y viviendo por encima de nuestras posibilidades.

Esto es a los que nos están llevando los políticos, al final el futuro de España habrá que buscarlo en la economía sumergida la que yo llamo "Libre Mercado".


La pobreza y el paro es consecuencia de la intervención de los políticos y sindicatos( Estado) en el proceso de cooperación  social emprendido por los empresarios.

Saludos

domingo, 19 de febrero de 2012

Ricos y pobres

Por César Vidal

Las naciones que abrazaron la Reforma experimentaron un cambio radical a la hora de contemplar la riqueza y la pobreza. Asumieron todas las enseñanzas en contra de la codicia y a favor de ayudar al prójimo, pero rechazaron de plano el pauperismo.


Otra de las consecuencias de que España se quedara en el campo de la Contrarreforma fue que, al igual que naciones como España, Portugal o Italia, adoptó una visión absolutamente dislocada sobre la riqueza y la pobreza.  Se trata de una visión nefasta que persiste hasta el día de hoy.

Lo comentaba la semana pasada Pedro de Tena en Es la noche de César.  Los siglos de catolicismo habían creado en la sociedad andaluza un sentimiento indudable de aversión a los ricos que, por añadidura, veía con favor a los que decían defender a lo pobres. Como tantas características de la mentalidad católica en España, al final, quien se había aprovechado de ella era el PSOE.  Según Pedro de Tena –y no puedo más que darle la razón–, ese pauperismo había creado un caldo de cultivo que favorecía a los socialistas ya que, en teoría, era a los pobres a quienes ellos defendían. Coincido con el análisis de Pedro de Tena en cuanto a las raíces de tan funesta visión, pero, a la vez, me permitiría añadir otras dos nefastas consecuencias de ese pauperismo: la hipocresía y la envidia.

Teóricamente, ser pobre era algo espiritualmente magnífico –continua siendo uno de los tres votos de la vida religiosa y uno de los supuestos consejos de perfección– pero, anunciado por la institución que tenía la mayor acumulación de riquezas de la época (muchas veces por encima de reyes y emperadores) y que, además, disfrutaba de privilegios fiscales sin comparación, no dejaba de resultar, se mire como se mire, un tanto cínico. A decir verdad, como señalaba Zefirelli en el final de su Hermano sol, hermana luna, al final resultaba que la existencia de algunos pobres espirituales constituía la pantalla perfecta para acumular riquezas y, a la vez, evitar que los pobres se marcharan en busca de terrenos espirituales más sustanciosos. Se trataba de una conducta hipócrita también claramente visible en la izquierda cuando clama por los descamisados mientras se llena los bolsillos con el dinero que sale de nuestros impuestos y así verifica que es, en no pocos aspectos, un retrato en negativo de la iglesia católica. Pero la maldición no concluye ahí. Hasta el más tonto de los miserables era consciente de que había gente que vivía en la abundancia y que no parecía sentirse mal y ahí surgió la envidia, una envidia que, supuestamente, tenía legitimación teológica y que llega hasta la actualidad. En no escasa medida, sectores nada pequeños de nuestra sociedad se desgarran mental y espiritualmente entre los gritos de que los pobres son la sal de la tierra, la codicia que sienten - y que desearían satisfacer – y la envidia hacia aquellos que tienen un buen pasar y que, solo por eso, tienen que ser malos.

Vaya por delante, que semejante visión nada tiene que ver con la Biblia y no pasa de ser una lectura perversa de los textos sagrados más influida por cínicos como Diógenes que por los profetas de Israel o Jesús. Es cierto que la Biblia previene contra el amor al dinero y que señala que no se puede servir a las riquezas como si fueran Dios porque esa conducta es equivalente a la idolatría. Igualmente, la codicia aparece condenada en el Decálogo y se enseña que hay que utilizar los bienes propios para socorrer a los necesitados. Con todo, hasta ahí llegan sus advertencias. Ir más allá es corromper su mensaje y abocar a una sociedad al punto donde, por desgracia, nos encontramos. Cualquiera que haya leído la Biblia, sabe que ésta enseña que Abraham, el "amigo de Dios" era "riquísimo en ganado, plata y oro" (Génesis 13: 2). Esa riqueza no era una desgracia que pusiera en peligro su relación con el Altísimo porque Abimelec pudo afirmar aquello "y YHVH ha bendecido mucho a mi señor, y él se ha engrandecido; y le ha dado ovejas y vacas, plata y oro, siervos y siervas, camellos y asnos" (Génesis 24: 35).

Lo sucedido con Abraham no constituía una excepción.  A decir verdad, la prosperidad económica era una de las bendiciones prometidas por Dios al pueblo de Israel en el caso de que fuera fiel a la Torah.  De hecho, ésta afirma: "Te acordarás de YHVH tu Dios; porque Él te da la fuerza para ganar riquezas a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día" (Deut 8: 18).

Son sólo botones de muestra dentro de un grupo innumerable de ejemplos.  ¿Acaso no dice I Reyes 10: 23 que el rey Salomón "sobrepasaba a todos los reyes de la tierra tanto en riquezas como en sabiduría"? ¿No señala cómo Dios recompensó a Job por su fidelidad en medio de las más terribles pruebas multiplicando sus riquezas (Job 42: 10-17)?  ¿No afirma tajantemente el libro bíblico de los Proverbios que "riquezas y honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de YHVH" (Proverbios 22. 4)?

Precisamente por eso, las naciones que abrazaron la Reforma experimentaron un cambio radical a la hora de contemplar la riqueza y la pobreza. Por supuesto, asumieron todas las enseñanzas en contra de la codicia y a favor de ayudar al prójimo, pero rechazaron de plano el pauperismo, la alabanza de la pobreza o el resentimiento hacia los que habían triunfado en la vida. No se me ocurriría cuestionar que la envidia o el rencor puedan existir en naciones como Gran Bretaña, Estados Unidos, Holanda, pero la mentalidad general es muy diferente, entre otras razones, porque no tuvieron una iglesia única y oficial que podía, a la vez, acumular riquezas extraordinarias, por un lado, y acuñar insensateces como la denominada "opción preferencial por los pobres", por otro. Tampoco consideraron que la pobreza fuera una bendición que acercaba más al Altísimo – si es así, desde luego, habría que preguntarse porque hay que abandonarla - sino más bien una situación de la que había que salir cuanto antes. No deja de ser significativo que mientras la Europa de la Contrarreforma mantenía la sopa de los conventos con una visión asistencial, la Europa de la Reforma comenzó a crear talleres para que trabajaran los pobres porque recordaba la enseñanza paulina de que "el que no quiera trabajar que tampoco coma" (II Tesalonicenses 3: 10). Quizá por eso, a sus legisladores siempre les ha preocupado más que la gente pudiera encontrar trabajo que el que tuvieran cobertura de desempleo…

En esas naciones reformadas –cuya manifestación más cuajada son los Estados Unidos-, el hecho de ansiar salir de la pobreza, de saber abrirse camino en la vida, de trabajar con empeño, de crear una empresa, de ganar dinero con ella –incluso mucho dinero– se ha visto durante siglos como una trayectoria digna y admirable. Es más, resulta incomprensible que alguien piense en tomarse un descanso laboral aprovechando que cobra el seguro de desempleo o que no esté buscando trabajo inmediatamente en lugar de las posibles ayudas sociales. España, por el contrario, se ha ido configurando, siglo a siglo, como una sociedad herida por la envidia, en la que todavía hacer demagogia con la pobreza rinde réditos electorales y donde los que han tenido o tienen grandes riquezas -tanto los progres como la iglesia católica– no pocas veces predican la solidaridad con el prójimo a la vez que protegen sus patrimonios nada desdeñables en SICAVs, algo, dicho sea de paso, bastante lógico tal y como está el panorama fiscal.  Y seamos ecuánimes, tanto los unos como la otra han intentado e intentan también remediar pesares del prójimo aunque para ello recurran al dinero de los contribuyentes o al de sus fieles.

Si España –y no sólo España– desea cambiar, debe cambiar también esa mentalidad pauperista que, al fin y a la postre, sólo genera codicia, hipocresía y envidia porque la inmensa mayoría de los que la propugnan no se caracterizan precisamente por abandonar todo sino más bien por lo contrario.  Sin embargo, para que se produzca ese necesario – verdaderamente indispensable - cambio de mentalidad también deben operarse otros a los que seguiré refiriéndome en próximos capítulos.

"Nadie se acordaría del buen samaritano si, junto con las buenas intenciones, no hubiera tenido dinero." Margaret Thatcher.


"El espíritu mercantil y el afán de lucro han hecho más bien para muchísima más gente pobre que toda la ayuda humanitaria y todos los créditos blandos concedidos por todos los gobiernos y todas las ONG del mundo juntas." Paul Krugman.

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Reflexión : Sobre el dinero y la felicidad

¿Cuál es el verdadero salario mínimo de España?

Por Juan Ramón Rallo
El coste laboral mínimo en España se sitúa en 14.000 euros anuales o 1.166 euros mensuales, casi el doble de la cifra que se nos suele ofrecer en engañosos titulares periodísticos.



El salario mínimo interprofesional de España en 2012 es oficialmente de 641,4 euros al mes. Muchos son los liberales que insisten en que tan exigua cuantía bloquea la creación de empleo y muchos son los intervencionistas que consideran que su importe es ridículo y que debe aumentar de manera muy sustancial. Al cabo, ¿cómo puede siquiera insinuarse que un salario de 641,4 euros al mes es un sueldo demasiado elevado que bloquea la creación de nuevo empleo? ¿Quién puede vivir con menos de 641,4 euros al mes? ¿Y cómo pueden protestar los ricachones empresarios de que no pueden pagar apenas 641,4 euros mensuales?

Lo primero, como siempre, es no dejarse llevar por las impresiones iniciales. Es verdad que el salario mínimo bruto que mes a mes percibe el trabajador es de 641,4 euros, pero coincidiremos en que lo relevante para que el empresario decida contratar o no a un trabajador no es el salario que éste finalmente percibe, sino el que en debe abonar la compañía, le llegue en última instancia a él o no. Por ejemplo, si mañana el Gobierno instaura un impuesto del 50% sobre el salario mínimo, el obrero pasará a cobrar sólo 320 euros mensuales, pero al empresario no se le habrá abaratado lo más mínimo el coste de contratarlo.

¿Y cuál es el salario (o coste) mínimo que debe sufragar un empresario para poder contratar a un trabajador? No, desde luego, 641,4 euros al mes. Para empezar, el salario mínimo está compuesto por 14 pagas, no por 12, de modo que prorrateando las dos pagas extraordinarias llegamos a 748,3 euros al mes (8.980 euros anuales). A este importe, sin embargo, hay que añadir la cotización a la Seguridad Social que soporta el empresario y que, como mínimo, será del 29,9% (contingencias comunes, desempleo, formación profesional y FOGASA), esto es, de 2685 euros anuales, lo que totaliza 11.665 euros al año (972 euros mensuales).

Ahora bien, recordemos que esta remuneración es a cambio no de 12 meses de trabajo, sino de 11 (hay incluido un mes de vacaciones durante el cual el empleado cobra pero no trabaja). Si anualizamos este coste, llegaremos a la cifra de 12.725 euros por año de trabajo realmente realizado (o 1.060 euros mensuales). Pero aquí no acaba todo.

Por cada año que transcurre, el trabajador devenga un derecho de cobro en caso de despido, coste que, tras la última reforma laboral, asciende a 20 días por año trabajado (o a 33, si el despido es calificado de improcedente). Dada la crisis actual, podemos cuantificar el coste esperado del despido (asumiendo una probabilidad de despido del 40%) para un trabajador que perciba el salario mínimo en una horquilla de entre 200 y 300 euros anuales. Digamos, para manejar números redondos, que el coste salarial mínimo por ejercicio en España sería de 13.000 euros. ¿Termina aquí la cosa?

No. Existe un último coste que no suele tenerse en cuenta pero que, obviamente, debemos computar. Se trata del llamado "coste del capital", esto es, la rentabilidad mínima que espera obtener el empresario al contratar al trabajador. Algunos podrán considerar que es un coste redundante y que, en cualquier caso, no habría que imputárselo al trabajador. Pero se equivocan: una forma, comprensible, de verlo es imaginar que el empresario en cuestión no dispone de capital propio para contratar al empleado y que, por tanto, debe solicitar un crédito a alguna entidad bancaria; crédito por el cual deberá abonar intereses (esto es, un coste financiero que sí sería imputable al deseo de aumentar su plantilla). Pero es que, aun cuando el empresario sí dispusiera de un capital propio, ¿por qué debería destinarlo a contratar al trabajador si, por ejemplo, puede invertir sus ahorros en adquirir deuda pública española que proporciona una rentabilidad de entre el 4% y el 6% con riesgos (y quebraderos de cabeza) menores a los de contratar un nuevo trabajador? En definitiva, sí hay que tener en cuenta el coste de oportunidad de destinar los ahorros (o de pedirlos prestados) para abonar los salarios mes a mes. Pues bien, dado que el coste del capital, por el mayor riesgo, será superior al interés que ofrece la deuda pública, podemos fijarlo conservadoramente entre el 7% y el 10% (entre 910 y 1.300 euros anuales).

Por seguir con los números redondos, podemos concluir que el coste laboral mínimo en España se sitúa en 14.000 euros anuales o 1.166 euros mensuales, casi el doble de la cifra que se nos suele ofrecer en engañosos titulares periodísticos (y eso que dejamos fuera otros costes más difícilmente cuantificables como el papeleo o el de representación sindical, o que no consideramos el caso de los convenios colectivos de cada sector, que mejoran las condiciones mínimas legales).

Por supuesto, como decíamos, una cosa es el salario mínimo que percibe mes a mes el trabajador en su cuenta corriente (641 euros más dos pagas dobles) y otra el coste salarial que, debido a toda la vorágine regulatoria e intervencionista, debe asumir el empresario. Mi punto no es que el salario mínimo sea muy alto desde la perspectiva del trabajador, que obviamente no lo es en absoluto, sino que, sobre todo en momentos de crisis, puede ser demasiado alto desde la perspectiva del empresario (lo que no significa que la solución deba pasar necesariamente por recortar los salarios que percibe el trabajador, sino que bien puede plantearse la minoración del resto de sus costes asociados).

Pensemos simplemente en que todo empresario, a la hora de decidir si contrata o no a un trabajador adicional, se planteará si ese empleado es capaz de generar unos ingresos adicionales para su compañía de 14.000 euros al año. A aquellos que consideran que el salario mínimo es demasiado bajo y que no obstaculiza la creación de empleo habría que preguntarles si piensan que, en momentos como el actual, todos los empresarios saben como obtener, gracias al trabajo de una persona, ingresos adicionales de 14.000 euros. Yo, al menos, no lo veo tan sencillo.

Una pyme que, por ejemplo, requiera de cuatro personas para iniciar sus operaciones necesitaría contar con un plan de negocios que le proporcionara unos ingresos de, al menos, 56.000 euros anuales para ser rentable (y ello suponiendo que su único coste fuera la mano de obra). De hecho, en el conjunto de la economía, los cinco millones de parados no podrían ser incorporados al sistema productivo a menos que fueran capaces de crear bienes y servicios valorados por el mercado en, como poco, 70.000 millones de euros (lo que equivale a un crecimiento, con respecto a la situación actual, del 6,5%).

Incrementar, como desean algunos, el salario mínimo que percibe el trabajador a 1.000 euros mensuales elevaría el coste laboral mínimo a cerca de 23.000 euros anuales, lo que complicaría todavía más la recolocación de parte o de la totalidad de los cinco millones de parados (que deberían ser capaces de crear bienes y servicios valorados en 115.000 millones de euros). Por no hablar, claro está, de que todos aquellos obreros que contribuyeran a generar unos ingresos inferiores a 23.000 euros anuales tenderían a ser despedidos.

En suma, en muchas ocasiones, aquellos que dicen ser los mayores defensores de los trabajadores suelen ser, consciente o inconscientemente, sus principales enemigos.
Fuente 

sábado, 18 de febrero de 2012

Reflexión: Sobre el dinero y la felicidad

Juan Pablo II en su encíclica  centesimus annus nos dice que el sistema más moral es el capitalismo. Es noble y respetable renunciar a la riquezas y ayudar a los pobres pero ello no debe llevarnos a engaños o dejarnos manipular, debemos estudiar científicamente las cosas.

El ser humano tiene una naturaleza inerradicablemente incierta, nos enfrentamos al futuro lo mismo que se enfrenta un navegante de un barco en una noche cerrada en medio de una tempestad. Ese es nuestro futuro.Pero si resulta que en medio de esa tempestad encontramos un faro , ya sabremos a pesar de las dificultades a donde dirigirnos y tenderemos a ir hacia allí. Para hacer frente a ese futuro incierto Dios nos dio dos muletas o apoyos: 

1º La función empresarial: todo ser humano tiende a lograr aquello que se propone. Por ejemplo si yo culmino mi carrera y mi master reduciré incertidumbre en mi futuro.

2º Y las instituciones son normas pautadas de comportamiento que adopta el ser humano para vivir en sociedad. Así tenemos el lenguaje que es crucial para vivir el que usted y yo podamos entendernos, también el derecho y la moral que se nos enseña en la familia, en la religión, el matrimonio y el dinero. Por ejemplo el matrimonio antes era una muleta de apoyo para ser humano pues reducía la incertidumbre ya que era para toda la vida. Pero hoy en día esa institución ya no nos sirve, en una sociedad hedonista el ser humano pierde ese apoyo y se ve plasmado en ineficiencia dinámica a través de todo el proceso social. Por eso aquellas sociedades que protegen más a sus instituciones progresan más ( ejemplo el Opus Dei, los judíos ultraortodoxos que tiene las tasas de divorcio más bajas del mundo).

Pues bien, la institución que se encuentra por encima de todas las demás, saben cual es el Dinero.

El dinero es la institución social por excelencia, permite el cálculo económico y al permitir la multiplicación casi sin límite de los intercambios humanos, permite la multiplicación sin límite de las relaciones entre los seres humanos.Es decir que ayuda a crear y depurar las demás instituciones sociales ( lenguaje, derecho, moral...) e impulsa el desarrollo de la civilización.

En la época de trueque los intercambios estaban reducido a aquello que sobraba donde la mayoría de las economías domesticas vivían en una situación de autoconsumo ejemplo: vivían en pequeñas granjas y prácticamente lo que producían lo consumían, solamente algún sobrante y con una frecuencia muy pequeña 1 o 2 veces al año, bajaban de la montaña donde tenían su caserío y bajaban a los valles para ponerse en contacto con otros vecinos e intercambiar vía trueque los bienes que le sobraban a uno con los bienes que le sobraban al otro. Cuando entra el dinero en escena se multiplica exponencialmente las relaciones y cambios. Y al ser muchísimo más los cambios que se pueden llevar a cabo, exige la necesidad de entendernos entre uno y otros, es decir de hablar y entender lo que nos ofrecen y lo que yo ofrezco. Entonces paralelamente, al aumento de los intercambios consecuencia del dinero empieza a confluir los diferentes dialectos locales de cada valle o pequeña región y se va formando un lenguaje de más general utilización. Así empieza formarse el castellano a partir de diferentes dialectos de diferentes valles en el norte de Burgos. Sino hubiese habido la posibilidad de hacer esos cambios gracias al dinero, los seres humanos hubieran quedados circunscritos a su pequeño caserío y a sus pequeños trueques durante siglos y siglos y por tanto a su lengua estrictamente local. De la misma manera que hay una tendencia a la generalización de un único de medio de intercambio ( el dinero) comúnmente aceptado, también hay una tendencia a la generalización del idioma que permite que cada vez se entienda mejor con el resto.

Y también este aumento de intercambios que permite el dinero va depurando los comportamientos de tipo moral y jurídico ( derecho) que hace posible la vida en sociedad. Por que un trato con un apretón de manos ya conlleva un acto de compraventa que tiene una serie de características que se van depurando por los expertos en derecho a lo largo de la teoría jurídica que explica la normas que se van descubriendo a lo largo del proceso evolutivo de cooperación social que hace posible el avance de la civilización y también las normas éticas.

Por tanto sin la aparición del dinero la sociedad no hubiera avanzado y viviríamos casi como en la época de las cavernas en una economía de subsistencia. Por eso no es una herejía decir que el dinero es la institución social por excelencia que permite la multiplicación de los intercambios que hacen avanzar a la sociedad, y como el intercambio es la relación social por excelencia con esa multiplicación se van depurando el resto de las instituciones tan vitales para ser humano que hace posible la vida en sociedad véase el lenguaje, el derecho, la moral etc...

Decir que el dinero da o no la felicidad es bastante absurdo.

A mi personalmente el dinero me parece extremadamente importante para ser feliz, por mi forma de ser, ya que para mi el no tener las cosas bajo control me produce mucho estrés, hay otras personas que no se complican y no piensan en ello, quizá no tengan para llegar a fin de mes pero no le dan vueltas en la cabeza o quizá en unos meses no puedan pagar la hipoteca y puedan perder su casa y eso no les quita en sueño, yo me volvería loco y no podría pegar ojo, estaría todo el día dándole vueltas a la cabeza intentando buscar una solución.

Por lo tanto en mi caso particular, según he ido evolucionando en mi carrera profesional ganando mas dinero y teniendo mas activos, cada vez he sido mas feliz, ya que hay muchísimos incógnitas sobre el futuro que dejan de ser una preocupación cuando tienes un buen capital diversificado, por lo tanto yo soy una persona con poca tolerancia al riesgo y bastante conservadora, y es algo que he descubierto recientemente, ya que pensaba que era lo opuesto.

Otro caso es el de tener mucho dinero y no tener control, digase una herencia o una lotería y no saber que hacer con el y tener miedo a perderlo, esto puede generar un grandisimo estrés, sobre todo con el obscuro mundo de las finanzas donde para encontrar un buen gestor necesitas saber casi tanto como el.

Como conclusión, yo personalmente pienso que el dinero es muy importante, a mi me da tranquilidad laboral (es decir, que si me quedo sin trabajo no me importa o no tengo que aguantar a un jefe estúpido simplemente porque no necesito el trabajo), me da posibilidad de tener mas vacaciones trabajando como freelance, me da la tranquilidad de que yo y mi familia no tendremos problemas económicos en el futuro, me da tiempo y espero que algún día me de la libertad de no tener que trabajar en absoluto en lo que no me gusta y poder dedicarme a algo que me gusta como y cuando quiera. Lo cual no quiere decir que otras personas sin tener dinero no puedan ser felices, claro que pueden serlo, la pregunta es si esas mismas personas en esa misma situación pero con mas dinero serian mas o menos felices.

“Despreciar el dinero es algo que sólo suelen permitirse aquellos que no han estado mucho tiempo faltos de él” Benjamin Graham.

Un saludo y feliz fin de semana :)

viernes, 17 de febrero de 2012

¿Os habéis parado a pensar cuanta gente es inversora value en España? ¿Por qué no hay más gestores value en España?

1.¿Os habéis parado a pensar cuanta gente es inversora value en España? 


Sólo en Bestinver hay unos 35.000 clientes. Ahora, de esos no todos son inversores value. Muchos no entienden lo que hacen y cuando la cosa pinta mal se van. Lo bueno es que no vuelven y la criba de 2008 vino bien para limpiar un poco en ese sentido. La mayor parte de inversores de Bestinver suscriben sus fondos atraídos por las rentabilidades, son muy pocos los que se preguntan cómo se han conseguido esos números (rentabilidades medias anuales del 15 al 20% en periodos de 10 , 20 o más años incluso algunos fondos value consiguieron retornos del 30 y 38% durante 12 y 13 años, desde 1930 que se creo esta filosofía de inversión por Benjamin Graham y resulta increíble lo poco popular que es) y menos aún los que profundizan en el estudio de libros y artículos sobre el value investing.


Como dice Charlie Munger si no eres capaz de soportar 2-3 caídas temporales del 50% cada siglo no estás hecho para invertir en bolsa y te mereces los resultados mediocres que vas a obtener.


El esfuerzo que ha hecho la citada gestora para formar e informar a sus partícipes es un esfuerzo no por captar más capital sino por conseguir que ese capital sea más fiel y provenga de personas más preparadas para aceptar la volatilidad y no penalizar los fondos al desinvertir masivamente.


Tan sólo un 10 % de los fondos a nivel mundial se gestionan bajo algún criterio value investing.


Contra menos seamos mejor para todos, no se puede explicar más ni mejor, lo han intentado Graham y Buffett; los resultados están allí a la vista de todos y evidentemente son pobres.


2.¿Por qué no hay más gestores value en España?


Por cómo esta diseñada la gestión de activos, donde un 80 o 90% de la comisión de gestión de un fondo va a parar a la industria de la distribución, en manos de bancos y cajas, cuyo core business obviamente no es la gestión. El resto, el 20/10% de las comisiones, son para retribuir la gestión. Es un sistema que desincentiva claramente la profesión de gestión de activos, independientemente de si es estilo es value, growth, activo o pasivo, da igual.

La suerte también juega a favor del inversor paciente

En períodos en los que se mantiene la inversión en el índice durante 20 años, el número de veces en las que se ha perdido dinero es cero.


En un artículo anterior, les hablaba del grave daño que los costes de transacción causaban a las carteras con elevada rotación: aquellos que varían a menudo los valores que integran su cartera tienen que hacer frente a un costoso peaje llamado comisión por operación. Evidentemente, a mayor movimiento, mayor el número de veces que se pasa por “caja”.

También les citaba un estudio de Barber y Odean (Journal of Finance, Abril 2000), en el que se analizaban las rentabilidades obtenidas por inversores particulares dependiendo de la rotación de sus carteras. La evidencia era clara: los costes de transacción provocaban que los rendimientos de las inversores hiperactivos –elevada rotación– se desplomaran con respecto a los inversores más pacientes –baja rotación. Hablamos de diferencias superiores al 7% anual. Casi nada.

Ese estudio abarcaba una muestra de inversores particulares “activos”. ¿A qué me refiero con inversores activos? Pues a aquellos inversores que gestionan su propia cartera, a aquellos inversores que apuestan por determinados títulos esperando encontrar recompensa en forma de jugosas rentabilidades. Pues bien, como decíamos, entre el inversor activo a corto y el inversor activo a largo, los números se ponen a favor del segundo.

¿Y si nos quedamos quietos y adoptamos una actitud pasiva? Esto es, ¿qué ocurre si sólo nos dedicamos a replicar el índice bursátil de turno, decidiendo sólo el tiempo que dura nuestra posición? Aquí no hay ya ni sexto sentido, ni varita mágica, ni mentes inquietas en busca del maná; sólo es cuestión de suerte. Nos esperamos un año, o dos, o cinco o veinte, y vemos qué pasa. Pues veamos, veamos.

Olvidémonos de los costes de transacción, y centrémonos en las rentabilidades brutas. Como primer acercamiento, propongo analizar cuántas veces la jugada se vuelve en nuestra contra. Es decir, cuántas veces la decisión de mantener el índice sólo un año, o cinco, o diez o veinte, ha generado rentabilidades negativas. Paul Tracy ha hecho el trabajo por mí, y los resultados los recoge en esta tabla que les reproduzco:


Sí, sí, lo que ven. En períodos en los que se mantiene la inversión en el índice durante 20 años, el número de veces en las que se ha perdido dinero es cero. En el otro extremo, tenemos la inversión anual, que ha arrojado, a lo largo del período 1950-2010, un total de 16 casos con pérdidas. Entre los dos extremos, las inversiones a cinco y diez años, que han arrojado números rojos en 12 y 7 ocasiones, respectivamente.

La inversión a corto plazo tampoco es recomendable para aquellos inversores con dietas altas en grasas saturadas, y, por lo tanto, más proclives a presentar problemas en el ámbito cardiaco. Atentos a esta tabla:

Digno del parque de atracciones más exigente… Si usted opta por el horizonte anual, sepa que habrá años en los que se puede llevar a casa un suculento 53,4%. Eso sí, debe estar preparado para afrontar una posible pérdida del -44,8%. En un horizonte temporal de tres años, la cosa es parecida: tan pronto el mercado nos muestra un generoso 30,1%, como nos azota con -17,3%. Sólo cuando probamos las mieles del largo plazo podemos estar tranquilos: en el peor escenario, por lo menos nos protegemos contra la inflación.

La última tabla que les muestro recoge una idea similar anterior, pero trabajando ahora con datos medios. Aceptando la volatilidad de las rentabilidades observadas –medida a través de la desviación estándar– como una aproximación válida al riesgo al que se enfrenta el inversor –un escenario de (-2%,+2%) es mucho más arriesgado que un escenario de (-10%,+10%)–, el ratio de Sharpe, que no es más que el cociente de la rentabilidad media del activo entre la desviación estándar de esas rentabilidades, se convierte en una herramienta muy útil a la hora de comparar dos inversiones.

Así las cosas, aunque la rentabilidad media de la inversión a un año es superior en un 1% a la rentabilidad media de la inversión a 20 años, cuando ponemos esas dos magnitudes en relación al riesgo soportado, la historia es otra: el ratio de Sharpe de la inversión a 20 años supera, en más del doble, al ratio de Sharpe de la inversión a un año. Les dejo la tabla:

Lo dicho, hasta la suerte se alía con el inversor más paciente...
Pablo J. Vázquez es Doctor en Economía y especialista en Value Investing. Puedes seguirle a través de Twitter en @pablojvazquez

Orden espontáneo

El orden espontáneo se altera, con perjuicio para la sociedad, cuando interviene el Estado para dirigir o limitar las acciones y decisiones del individuo. El orden espontáneo se manifiesta solo en los mercados libres.


Una sola persona, una sola entidad, no pueden controlar miles de millones de decisiones, y mucho menos entenderlas, y cuando lo intentan hacer alteran el orden natural de las relaciones entre los individuos, las familias, las empresas, etc.

Conferencia de Amundi en Barcelona y Madrid sobre Gestión Value y Volatilidad

Amundi organiza un nuevo Rendez-Vous bajo el título "Preservar el capital en tiempos de incertidumbre". En ella, Jan Vormoor, Product Specialist de AIS, presentará la estrategia para 2012 de Amundi International Sicav: "ganar más perdiendo menos". Seguidamente, Julia Kung, Investment Specialist de Volatilidad, dará su visión de mercado sobre volatilidad, cent rándose en el Amundi Funds Absolute Volatility World Equities: "una inversión interesante en mercados inciertos". Ambos eventos, dirigidos a inversores profesionales, tendrán lugar:

En Barcelona: el viernes 24 de febrero a las 9.00 horas en el Hotel Condes de Barcelona (Paseo de Gracia, 73-75), contando con traducción simultánea a castellano y donde se servirá un desayuno.

En Madrid: el jueves 1 de marzo a las 17.00 horas en el Hotel AC Santo Mauro (Zurbano 36), terminando con un cocktail.

Para confirmar la asistencia es necesario enviar un e-mail a rosa.montequin@amundi.com La asistencia a cada conferencia será válida por una hora de formación para la recertificación EFPA European Financial Advisor (EFA) y EFPA European Financial Planner (EFP).
Fuente: 

jueves, 16 de febrero de 2012

50 Estudios sobre las estrategias que han funcionando en Bolsa

La gestora Value Tweedy Browne Company recoge las conclusiones de más de 50 estudios académicos llamado "What Has Worked in Investing", demostrando las estrategias que han funcionado en bolsa (precio bajo en relación a los activos, precio bajo en relación a los beneficios, compras por parte de los insiders, bajadas de cotización significativas y baja capitalización bursátil).
What Has Worked in Investing

martes, 14 de febrero de 2012

Algunos libros que recomendamos desde La Bolsa y Economía.

Muy recomendable, completo ,ameno, fácil de entender, imprescindible para aquellos que quieran crear una empresa y no tenga mucho dinero, y por tanto es de mucha ayuda para las personas que se encuentren en difícil situación. Puede comprarlo aquí o leerlo gratis aquí.

Prólogo:
Me produce un gran placer prologar este libro de mi colega y discípulo Juan Ramón Rallo, doctor en Economía y profesor de la Universidad Rey Juan Carlos. Pese a tratarse de una obra dirigida a criticar el texto más importante del keynesianismo, publicado hace ahora 75 años, sus páginas no pueden estar más de actualidad.


Si bien desde los más variados ámbitos académicos se nos anunció que el keynesianismo había muerto con la estanflación de los 70 y con la contrarrevolución monetarista, lo cierto es que ha bastado una crisis medianamente prolongada para que hayan resucitado con rapidez todas las malas ideas y peores recomendaciones que lanzó Keynes en la Teoría general.

Dado que los monetaristas, a pesar de su retórica, comparten muchos de los errores del enfoque agregado de Keynes, no edificaron la refutación de las teorías del inglés sobre sólidos fundamentos científicos, que son justamente los que proporciona la Escuela Austriaca, la ideología keynesiana lo ha tenido muy sencillo para, a las primeras de cambio, resurgir con fuerza y contaminar la mente de todos los políticos y de casi todos los economistas. Y ello a pesar de que la adecuada comprensión de la teoría austriaca del ciclo económico, elaborada especialmente por Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, permitía comprender por qué todos y cada uno de los argumentos que expuso Keynes en su libro eran erróneos: las economías no pueden padecer de una insuficiencia agregada del gasto; el desempleo involuntario es una contradicción en los términos allí donde existe flexibilidad en los precios; el tipo de interés no es un fenómeno monetario, sino la expresión de la preferencia temporal de los agentes; la expansión artificial del crédito generada por la reserva fraccionaria de los bancos no sirve para impulsar la creación de riqueza, sino que genera devastadores ciclos económicos; la salida de las crisis no se logra con más consumo, más gasto público y salarios más inflexibles, sino con más ahorro y unos mercados más libres; el mejor dinero posible no es el dinero fiduciario emitido por unos bancos centrales monopolísticos, sino el patrón oro dentro de un sistema bancario sometido a los principios generales del derecho; las crisis económicas no son momentos de depresión autoalimentados, sino la fase inicial de la recuperación, etc.

Todas estas lecciones esenciales ya se hallaban presentes en los principales tratados monetarios de la Escuela Austriaca, como la Teoría del dinero y el crédito de Mises, Precios y producción de Hayek o mi propio Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, y deberían haber bastado por sí solos para frenar la expansión del pensamiento keynesiano. Por desgracia, la inmensa mayoría de los economistas fueron deslumbrados por la rimbombante vacuidad de la Teoría general y la Escuela Austriaca no se preocupó por producir, como sí acaba de hacer ahora Juan Ramón Rallo con su Los errores de la vieja Economía, ningún libro que aplicara su potente arsenal teórico a poner de manifiesto todas y cada una de las equivocaciones de la Teoría general. Es verdad que Hayek estuvo tentado a refutar el último libro del inglés nada más ser publicado, como ya había hecho anteriormente con su anterior obra, el Tratado del dinero, pero desistió del empeño por los continuos vaivenes ideológicos de Keynes. Y también es verdad que Henry Hazlitt, con su Los errores de la nueva Economía, intentó proporcionarnos un libro de este estilo, pero sus resultados no fueron tan devastadores, sistemáticos y generales como los que ahora nos ofrece el profesor Rallo.

Así pues, no puedo más que celebrar este nuevo volumen de la colección Nueva Biblioteca de la Libertad por cuanto contribuye a enterrar definitivamente una de las obras para nuestra desgracia más influyentes del s. XX. En medio de una de las mayores crisis económicas de los últimos tiempos, primero provocada por la expansión crediticia de los bancos centrales y de unos bancos privados que disfrutan del privilegio de la reserva fraccionaria y después agravada por los planes de estímulo deficitario del gasto público, es decir, en medio de una crisis generada y empeorada por el keynesianismo, el libro del profesor Rallo constituye un soplo de aire fresco y una lectura obligatoria para todos aquellos que deseen comprender por qué la Teoría general es una obra plagada de errores que sólo nos conduce hacia el abismo.

La correcta explicación de los auges exuberantes y de las crisis depresivas no la hallaremos en el keynesianismo, una ideología obsesionada con poner el acento en las tendencias descoordinantes de los mercados, sino en el riguroso corpus teórico de la Escuela Austriaca, capaz de explicar cómo la función empresarial tiende de manera continuada a coordinar a los distintos agentes, incluso después de que éstos hayan incurrido en errores generalizados como consecuencia del intervencionismo estatal en la moneda y en la banca. Esperemos que tras la detenida lectura de Los errores de la vieja Economía cada vez sean menos quienes atribuyan al Estado la función de estimular la economía y más quienes pasen a observarlo como uno de los principales obstáculos para el bienestar de nuestras sociedades: no sólo en momentos de prosperidad sino, de manera muy especial, durante los de adversidad y crisis.



NOTA: Este texto es el prólogo del profesor HUERTA DE SOTO al más reciente libro de JUAN RAMÓN RALLO, que acaba de publicar Unión Editorial.



Introducción de ‘Los errores de la vieja Economía’
Por Juan Ramón Rallo
En 1959, veintitrés años después de que John Maynard Keynes publicara La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero, el mejor divulgador de la ciencia económica en el s. XX, Henry Hazlitt, se quejaba en el prólogo de su nuevo libro de que no conocía “ni una sola obra que haya consistido en criticar La Teoría General capítulo por capítulo, o a un análisis del libro teorema por teorema”. A ello se dedicó con bastante éxito el propio Hazlitt en ese nuevo libro suyo que tituló Los errores de la nueva Economía: un análisis de las falacias keynesianas, publicado al español por Aguilar en 1961, hace ya 50 años.

En efecto, la ausencia de una crítica sistemática al libro de Keynes –probablemente el más influyente en la historia del pensamiento económico junto a La Riqueza de las Naciones de Adam Smith– resulta llamativa. En cierto modo, parecería reflejar una aceptación acrítica de las teorías keynesianas que, desde luego, no se produjo en una parte relevante de la profesión económica, la cual, no obstante, fue marchitándose al no ofrecer ninguna alternativa omnicomprensiva al paradigma keynesiano. Sí hubo críticas breves y dispersas, así como numerosas reformulaciones, pero ninguna se concentró en atacar la totalidad de la obra.

Probablemente, la persona que en aquel momento habría estado mejor posicionada –tanto académica como personalmente– para refutar La Teoría General habría sido el miembro de la Escuela Austriaca y futuro Premio Nobel Friedrich Hayek. El austriaco ya había refutado con solvencia el anterior gran libro de Keynes, El Tratado del Dinero, y conocía perfectamente todas las argucias que el inglés empleaba en su nueva obra; sin embargo, desistió de escribir una refutación sistemática tanto por su sentimiento de haber perdido el tiempo criticando un libro entero que Keynes había dejado oportunistamente de suscribir, cuanto porque el enfoque de La Teoría General le parecía incorrecto de raíz.

No fue, por consiguiente, hasta 1959 cuando Hazlitt, lector y admirador de Hayek, tomó el relevo en tan fundamental empresa. Pero en 1959, una refutación de este calibre llegaba demasiado tarde para una academia que ya había adaptado todos sus modelos económicos de acuerdo con gran parte de La Teoría General. Así, el libro de Hazlitt pasó del todo desapercibido, y la única refutación de Keynes provino de la llamada contrarrevolución monetarista, una escuela de pensamiento con raíces en parte keynesianas que, por consiguiente, no desmantelaban el paradigma, sino que sólo lo pulían de sus fallos más evidentes.

Desde el libro de Hazlitt en 1959, no me consta la publicación de ninguna otra obra –más allá de recopilaciones de artículos de distintos autores– dedicada a analizar y a refutar paso a paso el contenido de La Teoría General. O dicho de otro modo, pese a que desde 1959 la ciencia económica ha avanzado muchísimo, no existe ningún libro que presente una crítica actualizada al pensamiento keynesiano. Y ello pese a que las ideas de Keynes siguen estando tremendamente presentes en nuestras sociedades, especialmente tras el estallido de la Gran Recesión en 2008, la cual llevó a multitud de políticos y economistas a reciclar el recetario del inglés.

Este 2011, se cumplen 75 años de la publicación de La Teoría General, motivo por el cual se impone un replanteamiento amplio de las aportaciones de este libro clave. Mas, después de tres cuartos de siglo, ya no puede afirmarse que uno vaya a refutar ninguna nueva Economía, como sí hizo Hazlitt en su momento; ahora, el pensamiento keynesiano forma parte indisociable de la corriente académica mayoritaria, por lo que mis ataques van dirigidos más bien contra una vieja Economía que, pese a las apariencias, no ofrece ni mucho menos soluciones a los problemas que estamos padeciendo.

Mi formación es la propia de un economista de la Escuela Austriaca, de modo que voy a proceder a criticar a Keynes haciendo uso de las teorías más refinadas dentro de este paradigma. Por ello, cuando me refiera a la “tradición económica anterior a Keynes” o a los “economistas clásicos” lo haré en el mismo sentido en que lo hace el inglés en su obra: estaré apelando a la teoría económica más avanzada y refinada previa a La Teoría General. La diferencia estará en que, como Keynes nunca entendió las aportaciones seminales de la Escuela Austriaca, él consideraba que la teoría económica clásica alcanzó su estadio más elevado en las plumas de Alfred Marshall y Arthur Cecil Pigou. Nosotros, en cambio, incluiremos dentro de estos términos genéricos e inexactos (pero usados recurrentemente por Keynes) a los mejores teoremas desarrollados por la Escuela Austriaca (de Carl Menger, Eugen Böhm Bawerk, Ludwig von Mises o Friedrich Hayek) y por la Escuela Clásica (Adam Smith, David Ricardo, Jean Baptiste Say y John Stuart Mill) antes de 1936.

Mi objetivo es simple y llanamente hacer una exposición lo más justa y fidedigna posible de La Teoría General para proceder, acto seguido, a su refutación. Salvo excepciones muy puntuales, ni pretendo analizar y criticar las obras anteriores de Keynes ni tampoco los desarrollos teóricos ulteriores que se han edificado sobre la obra del inglés. De ahí que también haya optado por omitir prácticamente todas las citas y referencias bibliográficas para no desviar la atención del lector desde lo esencial –los argumentos de Keynes y de la Escuela Austriaca– a lo accesorio –las fuentes concretas de cada una de las ideas planteadas–. En las próximas páginas, pues, encontrará una exposición cruda del paradigma keynesiano según aparece en La Teoría General y de la alternativa planteada al mismo por la Escuela Austriaca. Con todo, el lector interesado sí podrá hallar al final de la obra una relación bibliográfica con la que profundizar en muchas de las teorías aquí presentadas. Así las cosas, salvo alguna excepción claramente señalizada, cuando en este libro haga llamadas a números de página cabrá entender que se refieren al paginado de la primera edición de La Teoría General, donde podrá encontrarse la fuente original de las ideas del inglés que en ese momento se estén analizando.

Aprovecho la ocasión para agradecer al profesor Jesús Huerta de Soto, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos, su prólogo y a David Sanz Bas, doctor en Economía y autor de una excelente tesis doctoral donde analiza el debate del período de Entreguerras entre Hayek y Keynes, su epílogo.

Espero que, al concluir este libro, el lector sea capaz no sólo de conocer por qué Keynes se equivocaba, sino también por qué él pensaba estar en lo cierto; de hecho, considero que una parte de mi libro –la meramente expositiva del pensamiento de Keynes– podría emplearse como guía para la comprensión de La Teoría General. Nada me gustaría menos que transmitir la impresión de que he tergiversado las ideas de Keynes y de que, por tanto, todo el esfuerzo crítico que he invertido en refutarlas se ha dirigido en realidad contra un muñeco de paja.

Puede comprarlo aquí




lunes, 13 de febrero de 2012

Los inversores pacientes ganan más que los hiperactivos

 "La paciencia es una virtud que puede resultar ser muy rentable". Jean-Pascal Rolandez

En 2010, el período medio de tenencia y mantenimiento de acciones en cartera fue tan sólo de seis meses.

El mercado es impaciente. Al mercado no le gusta reposar y saborear sus inversiones. Para ser más exactos: al mercado no le gusta hacer inversiones. El consenso generalizado es aquéllo de "o te mueves o caducas". Que yo no digo que no haya que revisar las decisiones tomadas, y modificar aquellos planteamientos que se hayan visto superados por la realidad. Por supuesto, pero siempre al abrigo de una mentalidad inversora.

Yo me tomo la Bolsa como un negocio: apuesto por un valor porque creo en su evolución futura, más allá de los vaivenes del corto plazo -recuerdo ahora la frase de Benjamin Graham al respecto: "Si no existiese la Bolsa, ¿estaría dispuesto a hacer una inversión en esa empresa en esas condiciones?"-.

Y convendrán conmigo en que la impaciencia es un campo abonado para el error. Podríamos recurrir al refranero español y rescatar ese "vísteme despacio que tengo prisa". ¡Cuántas veces nos hemos arrepentido de tomar una decisión en caliente! Eso sí, para gustos, los colores. Y hay gente a corto/medio plazo con muy buenos números encima de la mesa. Yo sólo les cuento mi forma de verlo; pero con datos, eso sí. Vamos allá.

En primer lugar, vamos a ver si hay datos que atestiguan que estamos ante un mercado impaciente. Leía el otro día un artículo publicado en The Economist en el que se hablaba de la vorágine actual en la que se mueve el mercado. El dato es incontestable: el Trading de Alta Frecuencia (High-Frequency Trading, HFT) representa en torno al 70% del volumen de las operaciones bursátiles. Bloomberg también destaca este hecho en uno de sus artículos.

El siguiente gráfico (pinchar en la imagen para ampliar), extraído de una ponencia de SMEAD Capital Management, es muy ilustrativo del curso que han tomado las "inversiones" en Bolsa en las últimas décadas:
El gráfico nos muestra la evolución en las últimas once décadas del tiempo medio que se mantiene una acción en cartera (Average Holding Period) en la Bolsa de Nueva York -también podemos hablar de rotación, que sería el inverso del período medio de tenencia-.

Si nos centramos en los últimos setenta años, se observa cómo en la primera mitad de ese período (1940-1974) ese tiempo medio de tenencia osciló alrededor de los seis años, rebotando entre cuatro y ocho años. A lo largo de la segunda mitad (1975-2009), el período medio de mantenencia no ha parado de descender. Durante el crash bursátil de 1987 dicho período medio se situó por debajo de dos años. Se cerró el siglo pasado con niveles en torno a la unidad. En 2010, el período medio de tenencia fue de sólo seis meses.

Y como podrán suponer, no es éste un fenómeno ligado, exclusivamente, al mercado norteamericano. Andrew G. Haldane, Director Ejecutivo de Estabilidad Financiera en el Banco de Inglaterra, aborda en su ponencia Pacient and Finance el fuerte incremento de la rotación en las distintas bolsa mundiales. Las siguientes dos gráficas, extraídas de esa ponencia, analizan la evolución en los últimos años del período medio de tenencia tanto en la Bolsa de Londres como en una muestra de otras bolsas internacionales:

Habiendo comprobado ya las prisas con las que se mueve el mercado, faltaría ahora abordar la cuestión sobre si existen o no beneficios ligados al mantenimiento de las acciones durante períodos tan cortos de tiempo. En otras palabras: ¿es rentable la estrategia del corto plazo?

Antes de contestar, una reflexión: ¿qué ocurre cada vez que compra y vende un paquete de acciones? Si lo hace a menudo, ya sabe la respuesta: pasar por caja para hacer frente a un concepto que llamamos comisión. Algo que, en el argot de las finanzas, se conoce como los costes de transacción. Cuanto mayor sea el fragor de la batalla, mayor será el número de golpes. Uno tras otro, hasta caer extenuado. ¿Que exagero? Vayamos, pues, a la evidencia empírica.

Los profesores Brad Barber y Terrance Odean -ambos de la Universidad de California- decidieron llevar a cabo un estudio para determinar si los rendimientos asociados a una estrategia de elevada rotación de cartera eran o no superiores a los rendimientos de una estrategia de baja rotación. Para ello, tomaron una muestra de más de 65.000 inversores particulares -también hay evidencia para los fondos de inversión- y analizaron sus rentabilidades, para el período 1991-1996, distinguiendo 5 grupos de inversores en función de la función de sus carteras: desde el Extremadamente paciente (inversor de largo plazo o baja rotación) hasta el Hiperactivo (inversor de corto plazo o de alta rotación). Los resultados del estudio se muestran en el siguiente gráfico:

Fuente: comentarios de Jason Zweig en la edición revisada de El Inversor Inteligente, Ed. Deusto (2007)
Aun siendo parejos los rendimientos brutos -esto es, antes de deducir los costes de transacción-, el diferencial en términos netos entre los dos grupos más extremos es enorme: la rentabilidad del grupo de inversores "Extremadamente paciente" supera, ¡en más del 7%!, a la rentabilidad del grupo etiquetado como "Hiperactivo".

Si observan el gráfico con mayor detalle, podrán comprobar que ese descenso en la rentabilidad es mayor conforme se incrementa el nivel de actividad o impaciencia del inversor: cada paso a favor de una mayor rotación en la cartera representa un paso atrás en lo que a rentabilidad se refiere. Yo, de usted, no me movería mucho. No vaya a ser que la foto no sea de su agrado...

Pablo J. Vázquez es Doctor en Economía y especialista en Value Investing. Puedes seguirle a través de Twitter en @pablojvazquez
Fuente del artículo

¿ Por qué el value investing es tan poco popular y tan sólo una minoría lo sigue?

Llevo años intentando averiguar por qué si el value investing -históricamente- ha sido la forma más rentable y menos arriesgada de invertir, es tan poco popular y tan sólo una minoría lo sigue disciplinadamente. He encontrado la respuesta, puede parecer simple por obvia:

"El progreso es acumulativo en la ciencia y la ingeniería, pero cíclico en las finanzas" (1994). Después de todo, los físicos no tienen que repetir los experimentos de Madame Curie. Ya han aprendido de los experimentos. En la historia financiera, sin embargo, seguimos repitiendo los mismos experimentos. Lo hacemos porque la codicia y el miedo son siempre inherentes en nosotros ", James Grant.

"Aunque todos los habitantes del país se convirtieran en analistas de valores, conociesen de memoria el inversor inteligente de Ben Graham y asistiesen a las reuniones de accionistas de Buffett, la mayoría de gente se seguiría sintiendo atraída por fantásticas OPV iniciales, estrategias de impulso e inversiones de moda. A la gente le seguiría pareciendo tentador comprar y vender a lo largo del día y realizar análisis técnicos de las gráficas de bolsa. Un país de analistas de valores seguiría reaccionando de forma exagerada, En pocas palabras, hasta los inversores mas avezados cometerían los mismos errores que han venido cometiendo desde siempre los inversores, y por la misma e inmutable razón: porque no pueden evitarlo". (Seth Klarman)

domingo, 12 de febrero de 2012

Los cinco mandamientos para los inversores en valor de la gestora value noruega Skagenfund

Es su informe anual de 2011, la gestora value noruega skagenfund nos ha  trasmitido a sus coinversores  lo que son para ellos los cincos mandamientos del inversor en valor.

( Perdonar si la traducción no es del todo correcta, no soy un experto traductor de inglés , para el que domine el inglés aquí lo tiene en inglés  ).

 La idea del value investing fue establecido por Benjamin Graham y david Dodd en 1930. La idea es simple. Centrándonos en el análisis fundamental de una empresa, los inversores pueden lograr buenos resultados en el mercado de valores. El análisis esencial se reduce a la búsqueda de compañías que coticen con un importante descuento en las beneficios ( P/E) y en el valor contable(P/B).

La filosofía value desarrollada por Graham y Dodd sigue proporcionando una base sólida en los mercados turbulentos. El reto para los inversores en valor, sin embargo, es que se basa en medidas de valoraciones estáticas. Las empresas se analizan sin tener en cuenta que crecen y cambian constantemente. Para un inversor a largo plazo con un horizonte de 3 a 5 años, esos cambios suelen tener un efecto significativo en el valor fundamental de una empresa.

 En  nuestra experiencia, la clave para el  éxito a largo plazo radica en la combinación de comprar empresas a bajo precio y ser conscientes de lo que va a influir sobre ellas a lo largo del tiempo.

Con esto en mente, vamos a explorar los cincos criterios( mandamientos) de éxito para un inversor activo. Basado en los valores de Skagen.

Primer mandamiento:
1 Evitar las perdidas permanentes:

Si usted desea ganar dinero, un buen punto de partida es evitar la perdida del mismo. Desde la perspectiva de un inversor de valor a largo plazo, es importante diferenciar entre perdidas temporales y permanentes de capital.

La pérdida temporal se produce cuando el precio de la acción cae, sin que se produzca ningún cambio intrínseco de valor de la compañía. La pérdida permanente  se produce cuando el valor fundamental de una compañía cambia porque el futuro potencial de ganar dinero se debilita.

 Históricamente ha habido dos tipos de pérdidas de valor permanente para los inversores value:

La primera y la más importante es  la deuda : Por nuestra experiencia, las empresas que adquieren una gran cantidad de apalancamiento con el fin de ganar dinero, deben ser tratadas con un alto grado de escepticismo, incluido los bancos. Esto es porque, la deuda reduce el margen de seguridad y maniobrabilidad. Un mal año de negocio, independientemente de que sea debido a una débil economía , o a otras circunstancias imprevistas, puede suponer para la empresa la necesidad de un aumento de capital, o lo que es peor en su caso, la liquidación. Ambos resultados , causaría n daños irreparables a los accionistas.

Segundo: El depredador más silencioso es la destrucción creativa; es un proceso inherente al capitalismo  por el cual los productos nuevos y más caros se van sustituyendo por otros mejores y más baratos, lo que lleva a que la ventaja competitiva y los beneficios de una empresa tienda a erosionarse con el tiempo.( *para el que quiera ampliar más en esta materia, también se trata en el libro “El liberalismo no es pecado” de Juan Ramón Rallo y Carlos Rodríguez Braun, en sus páginas 30 a 46). Como consumidor usted cada vez consigue mejores y más baratos móviles y televisiones , mientras las empresas que no consiguen ser competitivas desaparecen.

 Un buen ejemplo de ello es el hecho de que , de las 30 empresas originales del Índice Dow Jones de EEUU , sólo dos siguen existiendo en su forma original.

Por eso “El capitalismo es el peor enemigo de un capitalista”.

Segundo mandamiento:

2. El crecimiento( growth) es nuestro amigo, cuando es barato.

A menudo hay una división artificial entre el crecimiento ( growth) y las acciones de valor (value stocks). El valor fundamental de una empresa depende del flujo de caja futuro ( cash flow). El tamaño del flujo efectivo está vinculado con el crecimiento esperado en las ganancias. Dado que el crecimiento es un componente en la valoración de una empresa , los dos son inseparables, tanto en la practica como en la teoría.

Los más sofisticados participantes del mercado:

Hoy día los mercados bursátiles tiene unos participantes más sofisticados de como eran hace 80 años, en los tiempos de Benjamin Graham y David Dodd. Un número creciente de ordenadores e inversores analizan a diario el mercado de valores mundial con el fin de encontrar precios de acciones infravalorados. En los últimos 20 años se ha hecho más difícil encontrar buenas inversiones basadas únicamente en medidas estáticas.

Sin embargo , la paradoja inherente al mercado de valores es que la mayoría de los inversores de largo plazo y racionales son todavía muy pocos.

 En Skagen creemos que el arte de la inversión radica en la combinación de los principios de Graham y Dodds con una profunda compresión de cómo los cambios en la dinámica de la empresa crean valor para los accionistas. Mientras las compañías crean valor, los mercados siguen siendo víctimas de los cambios de humor y esta fórmula continuará siéndonos muy útil. 

Históricamente muchos inversores están dispuestos a pagar un precio irracionalmente alto en las expectativas de un alto crecimiento futuro. Es por eso que siempre tratan a las expectativas de crecimiento futuro con una buenas dosis de sentido común y escepticismo.  Nuestra disposición a pagar por el crecimiento depende del precio de la compañía, y hasta que punto podemos estar seguros de que el crecimiento de las ganancias futuras pueden ser estimadas. 
A pesar de nu
estro escepticismo inherente, con el tiempo hemos visto que el crecimiento ( growth) en ingresos de las compañías has sido uno de los motores más importantes para el retorno de algunas de las inversiones mejores y más importantes de Skagen.

 Samsung electronics es buen ejemplo de como el crecimiento ( growth) puede continuar creando valor con el tiempo. Cuando la empresa entró  a formar parte en Skagen Global en diciembre de 1997, el valor de su deuda y capital, cotizaba 5.6 veces su flujo de caja ( EV/Ebitda) . Catorce años después , el ratio es el mismo. Durante ese periodo, como accionistas hemos podido disfrutar de un rendimiento medio anual del 28 por ciento, gracias al crecimiento anual de las ganancias del 25 por ciento.

Tercer mandamiento

3.El rendimiento del capital es el mejor amigo del inversor a largo plazo.

Desde la perspectiva de un inversor en valor,  el hermano gemelo (Growth) es el crecimiento del rendimiento del capital de una empresa . Crecer requiere de capital, y el crecimiento de este, determina en que medida sea crea o destruye valor.

Es difícil para una compañía crear valor para los accionistas, tanto con crecimiento como sin crecimiento, no se puede demostrar de forma sólida el rendimiento del capital. Esto es porque en el largo plazo es casi imposible lograr  que una empresa alcance mayores rendimientos sobre sus acciones que el rendimiento que alcanza sobre su capital.
La razón por la que preferimos las compañías Coreanas a las Japonesas , se debe principalmente al hecho de que las compañías Coreanas son considerablemente mejores en el uso del rendimiento del capital para generar crecimiento.

Cuarto mandamiento:

4. Una buena gestión es mejor que mala.

Skagen es cauteloso de que la buena gestión sea el único criterio para invertir en una empresa. Sin embargo, la capacidad y la voluntad de la dirección para crear valor son decisivas para ver si el valor intrínseco de esa compañía se refina o se deja.

Naturalmente, nosotros apreciamos los  gerentes que cuidan el dinero de sus accionistas de la mejor manera posible, por estar enfocados en una buena gestión.  Directivos competentes,  orientado hacia las finanzas, que comparten la creación de valor con los accionistas a través de dividendos, recompras de acciones y medidas financieras estructurales que están en el espíritu de Skagen.

Nosotros no descartamos  invertir en empresas que hayan tenido una gestión deficiente, si podemos ver cambios sustanciales en el horizonte, que puedan  servir como estimulante para que el precio de las acciones se disparen. Esto también es válido para aquellas empresas que tienen  un valor intrínseco  de tan alta calidad  que  incluso una gestión catastrófica sería difícil de destruirla.  Un ejemplo de  esto  último es  la empresa brasileña Electrobas dominada por el Estado Brasileño y que forma parte de nuestros fondos.

Hemos aprendido una valiosa lección sobre la buena y mala gestión de una empresa, en concreto en el sector de las plataformas.  En 2005 y 2006 los fondos de renta variable invirtieron  en la compañía americana Pride International .  El valor intrínseco de la compañía estaba barato en relación a su precio de mercado, pero su gestión fue deficiente.
Casi al mismo tiempo, nuestro fondo Skagen Kon Tiki,  compró acciones  de la compañía noruega Seadrill. Objetivamente hablando,  Seadrill estaba mucho más cara en relación a su precio y valor contable (P/B) pero la gestión y la creación de valor para los accionistas fue sustancialmente mejor.

Cuando Pride fue adquirida por  su competidora americana Ensco en 2011, los cálculos muestran , que desde finales de 2005 había logrado una rentabilidad acumulada del 45 por ciento. En ese mismo periodo de tiempo, la rentabilidad acumulada de Seadrill fue del 458 por ciento.

Último mandamiento:

 5. Los dividendos. Sí , por favor.

En el largo plazo, los datos empíricos  demuestran que la mayoría de los dividendos de las empresas representan alrededor del  50%  de las ganancias que se puede  esperar al entrar en el mercado de valores.  En otras palabras, comprar  acciones  que proporcionen  dividendos sólidos, nos lleva a la mitad del camino de nuestro objetivo que es superar al mercado. Como gestores de activos, estamos a favor de asegurar ese punto de partida. El hecho de que el efecto de los dividendos  es más evidente en el largo plazo que en el corto plazo, lleva a que a menudo estos  sean infravalorados por los inversores de corto plazo. Esto lo explica también muchos estudios académicos que demuestran que las acciones con altos dividendos, consigue mayores rendimientos que las acciones con bajos dividendos o sin estos.

Más allá del efecto puramente financiero del dividendo. Nuestra experiencia nos dice que una política de dividendos sólida, profundamente arraigada es un buen indicador de la salud de la compañía a largo plazo y de la voluntad de la dirección de crear valor para los accionistas. Por otro lado, los dividendos son una herramienta mucho mejor para premiar a  los accionistas que las recompra de acciones. Esto es debido a que en general  las empresas no son buenas para invertir en sus propias acciones. Un estudio reciente de la consultora McKinsey mostró que el 77 por ciento de los accionistas serían mejor recompensados  por recibir dividendos trimestrales que ellos mismo puedan reinvertir en bolsa.
Un ejemplo práctico de esto lo vimos durante la crisis financiera. Cuando el miedo se impuso, la mayoría de los programas de recompra de acciones fueron cancelados,  pero en conjunto las empresas siguieron pagando dividendos.  Los accionistas que siguieron recibiendo dividendos,  podrían elegir si desean comprar la acción de la compañía más barata. Mientras los accionistas que han sufrido la cancelación de la recompra de acciones han perdido esta  oportunidad, quedándose su dinero en la cuenta bancaria de la compañía.

Torkell Eide
Gestor de la Cartera
Portfolio manager