Hundimientos de divisas, ataques terroristas, quiebras de fondos de inversión libre... muchas son las crisis que han afectado a las Bolsas durante el último siglo. Muchos recordarán perfectamente la crisis financiera asiática de 1997, la burbuja puntocom en 1999 y las pérdidas provocadas por los ataques terroristas de 2001. No pocos inversores siguen sufriendo las consecuencias de la crisis crediticia de 2008 y la posterior recesión mundial.
A los mercados no les gusta la incertidumbre y a menudo reaccionan excesivamente ante los acontecimientos. El cortoplacismo que define psicológicamente a los mercados supone a menudo que los inversores reaccionan ante los acontecimientos poniéndose en el peor de los casos. Si a ello le añadimos el espíritu gregario que también caracteriza el comportamiento de los inversores, el resultado puede ser una enorme disparidad entre las valoraciones bursátiles y la riqueza neta de las empresas que presentan dichas valoraciones.
Los inversores caen en lo mismo una y otra vez: no ven las crisis con perspectiva. Fijarse en lo que ha sucedido un poco más allá de la historia más inmediata puede enseñarles muchas lecciones. Por muy desagradables que sean los desplomes de los mercados, la historia demuestra que si bien las Bolsas reaccionan con fuerza ante grandes acontecimientos, suelen retomar la senda alcista en un espacio de tiempo muy corto.
EN POCAS PALABRAS
- La volatilidad de los mercados está minando de nuevo la confianza de los inversores, que se enfrentan a mayores incertidumbres en relación con el euro, la disposición de EE.UU. para detener la escalada de su déficit público y la capacidad de China para sobreponerse a estas dificultades que vienen del exterior.
- Las crisis no son situaciones nuevas en los mercados. Muchas son las que se han sucedido y todas han dejado lecciones que aprender.
- Las crisis en los mercados brindan también valiosas lecciones a los inversores. Ante la incertidumbre sobre las consecuencias para sus activos, muchos optan por vender sus inversiones en momentos que suelen ser los peores para tomar esas importantes decisiones.
- No desviarse del plan trazado y mirar con perspectiva las crisis del pasado y la evolución a largo plazo de las Bolsas es vital para que los esfuerzos de creación de riqueza tengan éxito.
TIEMPO EN EL MERCADO, NO LOS TIEMPOS DEL MERCADO
Resulta extremadamente difícil predecir cuándo es tiempo de entrar en el mercado o salir de él. La velocidad a la que los mercados reaccionan ante las noticias significa que las cotizaciones ya han absorbido el impacto de los acontecimientos. Cuando los mercados se giran, lo hacen deprisa. Los que intentan encontrar el mejor momento para entrar y salir podrían terminar perdiéndose el rebote. El gráfico que figura debajo ilustra el efecto que sufre un inversor en Bolsa estadounidense que se pierde las rentabilidades del mercado en los mejores días de los últimos 10 años. Perderse sólo los 10 mejores días del mercado desde 2001 dejará una cartera en territorio negativo.
EL VALOR DE LOS DIVIDENDOS
Cuando las cosas van bien y la Bolsa sube con fuerza, las rentabilidades adicionales que ofrecen los dividendos pueden considerarse como poco más que testimoniales. Sin embargo, cuando los mercados dan muestras de debilidad, la rentabilidad adicional que genera el dividendo se convierte en una parte valiosa de la rentabilidad total. El efecto de los dividendos se amplifica con el tiempo debido al efecto de capitalización derivado de la reinversión de dividendos. Por ejemplo, 1.000 dólares invertidos en la Bolsa asiática durante los últimos diez años habrían crecido hasta un total de 2.138 dólares en septiembre de 2011. Pero si se hubieran reinvertido los dividendos, esa cantidad se situaría en 2.789 dólares: ¡un 30% más!
Los dividendos también pueden ser más predecibles que los beneficios empresariales y las cotizaciones, ya que muchas empresas generalmente se esfuerzan por mantener su política de dividendo incluso cuando sus beneficios caen temporalmente.
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