Un estudio hecho en los países nórdicos , demostró que las personas que invierten en bolsa no son los que más dinero tienen, sino lo más inteligentes.

"Por extraño y paradójico que le parezca: La renta variable es el activo-a largo plazo-más rentable y menos arriesgado".Francisco García Paramés

La clave en el mundo de las inversiones está en la PACIENCIA, como decía un inversor value "Más vale hacerse rico despacio que pobre rápidamente" .

Todo llega para quien sabe esperar.Nunca te des por vencido, las grandes cosas llevan tiempo.

‎ "Yo me fío más de cómo maneja la economía una familia que se juega el pan o un empresario, que se juega la ruina, que un grupo de señores que, cuando quiebran un país, se van a su casa, reciben seis cargos públicos o privados y se dedican a dar discursos."Daniel Lacalle

Los seres humanos observan que hoy en día las carreteras, los hospitales, las escuelas, el orden público, etc. etc., son proporcionados en gran (sino en exclusiva) medida por el estado, y como son muy necesarios, concluyen sin más análisis que el estado es también imprescindible. No se dan cuenta de que los recursos citados pueden producirse con mucha más calidad y de forma más eficiente, barata, y conforme con las cambiantes y variadas necesidades de cada persona, a travésdel orden espontáneo del mercado, la creatividad empresarial y la propiedad privada.Jesús Huerta de Soto

Comprar cuando la bolsa baja y vender cuando sube es difícil porque va en contra de la naturaleza humana: en los últimos 3.000 años, cuando el vecino de al lado salía corriendo o gritaba "fuego", ha resultado rentable salir corriendo también. De ahí que cuando la bolsa sube nos dan ganas de comprar, y cuando baja nos dan ganas de vender, por una simple cuestión de biología.

¿Pero es que no os dais cuenta que todas las injusticias y toda la corrupción proviene de lo "publico"?‏



martes, 14 de enero de 2014

Socialdemocracia, un modelo perverso de sofisticado comunismo

Fuente

Cuando los mantras perrofláuticos mandan…amanece el new age socialista.

Las taras que está generando el actual modelo socio-político y económico en Europa, modelo que todos ... conocemos por el nombre de la socialdemocracia provocarán un daño mayor que el de cualquier otra dictadura que nuestro continente haya experimentado. ¿Y por qué lo creo? Porque es un modelo perverso que surgió tras ver que el comunismo tosco, bruto no funcionaba y los gestores estatales querían un sistema que les asegurara su perpetuidad en el poder y mejores niveles de control sobre los ciudadanos: es decir un comunismo sofisticado. Así pues, los políticos intervencionistas, deseosos de seguir siendo ingenieros sociales de los ciudadanos europeos pensaron en disfrazar su afán cincelador dejando en un segundo plano el uso directo de la violencia, de sus bastones, cuchillos y pistolas. Y tejieron su nuevo modelo de control absoluto a través de millones de nuevas normas convertidas evidentemente en obstáculos para que prácticamente todas las decisiones privadas del ciudadano se amoldaran al plan maestro del ingeniero social de turno. Así pues, empezaron a desarrollar esta otra versión del comunismo, versión que en apariencia sería un modelo de bienestar y libertades emanadas del Estado hacia los ciudadanos mediante esa famosa redistribución de la riqueza pretendida por su primitivo progenitor, el comunismo marxista-leninista, fallida entonces, y fallida ahora por lo aberrante y anti-humana sin entras siquiera ya a valorar la imposibilidad incluso física de tal actuación. En este nuevo modelo de comunismo new age, del comunismo sofisticado, las cabezas pensantes socialistas de todos los partidos colectivistas coincidieron en que había que generarle al ciudadano la sensación de cierta aura de libertad a la vez que le insuflaron una inseguridad patológica en sí mismo y una sensación falsa seguridad en la capacidad de protección que el Estado le daba a cambio de renunciar a las primeras dos. Por ello, dejaron en sus manos una parte de los medios de producción y de la riqueza. Eso sí, asegurándose en todo momento de que incluso lo que le dejaba tarde o temprano entraría de una forma u otra al alcantarillado estatal donde los “afables” gestores pillarían un poquito más cuando las cosas se complicaran en el sacrificado mundo del Gobierno y de paso para recordarle siempre quién mandaba.

Nuestros gestores estatales armaron su nuevo sistema dotándolo de herramientas que, a primera vista, no parecían muy violentas, aunque llevadas a sus últimas aplicaciones provocarían los mismos resultados que el régimen totalitario del comunismo o fascismo tosco del pasado siglo: muerte civil, económica y la desaparición del espíritu crítico contra quienes mandan. La burocracia asfixiante y las montañas de normas a seguir son ahora las herramientas favoritas de los ingenieros sociales con una clara intencionalidad de generarnos la inseguridad perpetua a los ciudadanos. Tampoco debemos olvidarnos, por supuesto, de otro efecto importante de tales regulaciones, el de asegurar de la manera más eficaz posible la contención de aquellos espíritus que se resisten a ser uniformizados, de esas ovejas negras, de los supuestos insolidarios que no quieren compartir los suyo con los demás por el bien común, es decir que se resisten a menospreciar SU vida a la vez que enaltezcan considerando superior la vida del mendigo estatal de turno. Y curiosamente, vemos año tras año a eso que llaman el interés general también se le puede llamar el pentahouse y el lujosos estilo de vida de tal y cual edil local, tal y cual líder o cúpula perteneciente a los nidos de incubación de gestores estatales. Sobre decir que generalmente a prácticamente ninguno de estos gestores se le conoce oficio, ni beneficio ligados a la generación de riqueza en el libre mercado, a la producción de bienes y servicios con clientes que deseen adquirirlos porque los suyos sean mejores que los de la competencia, a jugarse su capital -casa, ahorros…- para levantar de cero un negocio real, no de esos que se cuecen por los pasillos ministeriales al calor de las bulas parlamentarias mercantilistas. Ese bien común, concepto etéreo donde los haya y que nadie consigue identificar objetivamente sin embargo queda guay decirlo en las apariciones públicas sin importarle más que a una minoría pensante que detrás de ello está el robo institucionalizado, el saqueo constante a todos y la limitación de las libertades fundamentales individuales y demasiado a menudo hasta la violación de lo poco que nos queda de ellas.

Una vez decidido el sistema y sus herramientas, nuestros intervencionistas, los políticos socialdemócratas, sabían que si robaban toda la propiedad privada a la gente como hacían los regímenes comunistas toscos, acabarían igual que éstos últimos: en bancarrota y con sangre en las calles. Así que decidieron relativizarla, despojándola de su fundamento y convirtiéndola en mera posesión. De esta manera los ciudadanos nunca podrían sentirse del todo seguros que lo que es suyo, de su propiedad, es de verdad SUYO. Y por extensión nunca podrían actuar de forma independiente, según su propio juicio a menos que estuvieran dispuestos a arriesgar su vida y su propiedad, y por extensión su libertad como ser humano. Bien sabían nuestros ingenieros sociales que, al colgar la “espada de Damocles” sobre nuestras cabezas, a los ciudadanos no nos quedaría más remedio que agacharnos y cargar la losa estatal sin rechistar, o al menos a la mayoría de ellos. Porque igual que pasaba en los regímenes dictatoriales en abierto, los ciudadanos sabrían que si no se sometiesen a las normas de la socialdemocracia -esa montaña de regulaciones muchas veces de imposible cumplimiento incluso por imposibilidad de conocerlas todas- el Estado a través de sus gestores estatales, es decir los políticos, vendría y les reduciría un poco más su libertad, reduciendo su propiedad y controlando un poco más su vida. Así pues, nunca podrían estar tranquilos y siempre tendrían que rebajarse y caminar cabizbajo, por si acaso. Y así es como llegamos al momento actual donde esta especie de comunismo sofisticado que yo llamo socialdemocracia parece no darse cuenta que sus días están contados. Igual que un parásito hace todo lo posible por mantenerse agarrado al organismo anfitrión ya con desesperación, organismo que es la sociedad civil, todos nosotros, los ciudadanos, sin siquiera hacer un mínimo esfuerzo de contener su desmedida adicción a exprimirnos hasta el último esfuerzo, la última libertad, el último céntimo. Y esto, quizás sea bueno, pues como siga así acabará dando su última calada de ingeniería social antes de su implosión.

Mientras asistimos a los últimos retorcimientos de este engendro nacido al calor de la sopa socialista, esa sopa primordial de los totalitarismos sufridos en los últimos siglos, los defensores de las ideas de la libertad, minarquistas –liberales clásicos, objetivistas…–, libertarios y ancaps somos cada vez más y mejor organizados en todo el mundo. Hay esperanzas, pues cada vez más ciudadanos deciden levantar la cabeza, funcionar fuera del sistema y denunciarlo aun con el riesgo de enfrentarse al castigo de ser una oveja negra y de ser perseguido por el matón de turno del engendro colectivista. Algunos lo hacen simplemente por sobrevivir ellos y sus familias y otros porque tienen principios sólidos de respeto a su vida, a su propiedad y a su libertad aplicando la misma vara de medir cuando se trata de otra persona. Sea como fuere, todos ellos tienen algo en común. Saben o al menos intuyen que la socialdemocracia es perversa al despojarnos de nuestra personalidad, de nuestras ganas de prosperar por méritos propios, de nuestros aciertos y errores, en definitiva de nuestra individualidad y al fin y al cabo de nuestra humanidad pacíficamente civilizada.

A todos ellos, les invito a conocer el P-LIB, el único partido en España que contiene en su ADN el compromiso y la defensa de TODAS LAS LIBERTAD INDIVIDUALES, porque sin libertad no hay prosperidad, y sin prosperidad no puede haber ni paz, ni vida, ni posibilidad de experimentar el mayor número de momentos de felicidad de un ser humano.
http://www.roxananicula.com/politica/socialdemocracia-un-modelo-perverso-de-sofisticado-comunismo

Las taras que está generando el actual modelo socio-político y económico en Europa, modelo que todos ... conocemos por el nombre de la socialdemocracia provocarán un daño mayor que el de cualquier otra dictadura que nuestro continente haya experimentado. ¿Y por qué lo creo? Porque es un modelo perverso que surgió tras ver que el comunismo tosco, bruto no funcionaba y los gestores estatales querían un sistema que les asegurara su perpetuidad en el poder y mejores niveles de control sobre los ciudadanos: es decir un comunismo sofisticado. Así pues, los políticos intervencionistas, deseosos de seguir siendo ingenieros sociales de los ciudadanos europeos pensaron en disfrazar su afán cincelador dejando en un segundo plano el uso directo de la violencia, de sus bastones, cuchillos y pistolas. Y tejieron su nuevo modelo de control absoluto a través de millones de nuevas normas convertidas evidentemente en obstáculos para que prácticamente todas las decisiones privadas del ciudadano se amoldaran al plan maestro del ingeniero social de turno. Así pues, empezaron a desarrollar esta otra versión del comunismo, versión que en apariencia sería un modelo de bienestar y libertades emanadas del Estado hacia los ciudadanos mediante esa famosa redistribución de la riqueza pretendida por su primitivo progenitor, el comunismo marxista-leninista, fallida entonces, y fallida ahora por lo aberrante y anti-humana sin entras siquiera ya a valorar la imposibilidad incluso física de tal actuación. En este nuevo modelo de comunismo new age, del comunismo sofisticado, las cabezas pensantes socialistas de todos los partidos colectivistas coincidieron en que había que generarle al ciudadano la sensación de cierta aura de libertad a la vez que le insuflaron una inseguridad patológica en sí mismo y una sensación falsa seguridad en la capacidad de protección que el Estado le daba a cambio de renunciar a las primeras dos. Por ello, dejaron en sus manos una parte de los medios de producción y de la riqueza. Eso sí, asegurándose en todo momento de que incluso lo que le dejaba tarde o temprano entraría de una forma u otra al alcantarillado estatal donde los “afables” gestores pillarían un poquito más cuando las cosas se complicaran en el sacrificado mundo del Gobierno y de paso para recordarle siempre quién mandaba.

Nuestros gestores estatales armaron su nuevo sistema dotándolo de herramientas que, a primera vista, no parecían muy violentas, aunque llevadas a sus últimas aplicaciones provocarían los mismos resultados que el régimen totalitario del comunismo o fascismo tosco del pasado siglo: muerte civil, económica y la desaparición del espíritu crítico contra quienes mandan. La burocracia asfixiante y las montañas de normas a seguir son ahora las herramientas favoritas de los ingenieros sociales con una clara intencionalidad de generarnos la inseguridad perpetua a los ciudadanos. Tampoco debemos olvidarnos, por supuesto, de otro efecto importante de tales regulaciones, el de asegurar de la manera más eficaz posible la contención de aquellos espíritus que se resisten a ser uniformizados, de esas ovejas negras, de los supuestos insolidarios que no quieren compartir los suyo con los demás por el bien común, es decir que se resisten a menospreciar SU vida a la vez que enaltezcan considerando superior la vida del mendigo estatal de turno. Y curiosamente, vemos año tras año a eso que llaman el interés general también se le puede llamar el pentahouse y el lujosos estilo de vida de tal y cual edil local, tal y cual líder o cúpula perteneciente a los nidos de incubación de gestores estatales. Sobre decir que generalmente a prácticamente ninguno de estos gestores se le conoce oficio, ni beneficio ligados a la generación de riqueza en el libre mercado, a la producción de bienes y servicios con clientes que deseen adquirirlos porque los suyos sean mejores que los de la competencia, a jugarse su capital -casa, ahorros…- para levantar de cero un negocio real, no de esos que se cuecen por los pasillos ministeriales al calor de las bulas parlamentarias mercantilistas. Ese bien común, concepto etéreo donde los haya y que nadie consigue identificar objetivamente sin embargo queda guay decirlo en las apariciones públicas sin importarle más que a una minoría pensante que detrás de ello está el robo institucionalizado, el saqueo constante a todos y la limitación de las libertades fundamentales individuales y demasiado a menudo hasta la violación de lo poco que nos queda de ellas.

Una vez decidido el sistema y sus herramientas, nuestros intervencionistas, los políticos socialdemócratas, sabían que si robaban toda la propiedad privada a la gente como hacían los regímenes comunistas toscos, acabarían igual que éstos últimos: en bancarrota y con sangre en las calles. Así que decidieron relativizarla, despojándola de su fundamento y convirtiéndola en mera posesión. De esta manera los ciudadanos nunca podrían sentirse del todo seguros que lo que es suyo, de su propiedad, es de verdad SUYO. Y por extensión nunca podrían actuar de forma independiente, según su propio juicio a menos que estuvieran dispuestos a arriesgar su vida y su propiedad, y por extensión su libertad como ser humano. Bien sabían nuestros ingenieros sociales que, al colgar la “espada de Damocles” sobre nuestras cabezas, a los ciudadanos no nos quedaría más remedio que agacharnos y cargar la losa estatal sin rechistar, o al menos a la mayoría de ellos. Porque igual que pasaba en los regímenes dictatoriales en abierto, los ciudadanos sabrían que si no se sometiesen a las normas de la socialdemocracia -esa montaña de regulaciones muchas veces de imposible cumplimiento incluso por imposibilidad de conocerlas todas- el Estado a través de sus gestores estatales, es decir los políticos, vendría y les reduciría un poco más su libertad, reduciendo su propiedad y controlando un poco más su vida. Así pues, nunca podrían estar tranquilos y siempre tendrían que rebajarse y caminar cabizbajo, por si acaso. Y así es como llegamos al momento actual donde esta especie de comunismo sofisticado que yo llamo socialdemocracia parece no darse cuenta que sus días están contados. Igual que un parásito hace todo lo posible por mantenerse agarrado al organismo anfitrión ya con desesperación, organismo que es la sociedad civil, todos nosotros, los ciudadanos, sin siquiera hacer un mínimo esfuerzo de contener su desmedida adicción a exprimirnos hasta el último esfuerzo, la última libertad, el último céntimo. Y esto, quizás sea bueno, pues como siga así acabará dando su última calada de ingeniería social antes de su implosión.

Mientras asistimos a los últimos retorcimientos de este engendro nacido al calor de la sopa socialista, esa sopa primordial de los totalitarismos sufridos en los últimos siglos, los defensores de las ideas de la libertad, minarquistas –liberales clásicos, objetivistas…–, libertarios y ancaps somos cada vez más y mejor organizados en todo el mundo. Hay esperanzas, pues cada vez más ciudadanos deciden levantar la cabeza, funcionar fuera del sistema y denunciarlo aun con el riesgo de enfrentarse al castigo de ser una oveja negra y de ser perseguido por el matón de turno del engendro colectivista. Algunos lo hacen simplemente por sobrevivir ellos y sus familias y otros porque tienen principios sólidos de respeto a su vida, a su propiedad y a su libertad aplicando la misma vara de medir cuando se trata de otra persona. Sea como fuere, todos ellos tienen algo en común. Saben o al menos intuyen que la socialdemocracia es perversa al despojarnos de nuestra personalidad, de nuestras ganas de prosperar por méritos propios, de nuestros aciertos y errores, en definitiva de nuestra individualidad y al fin y al cabo de nuestra humanidad pacíficamente civilizada.

A todos ellos, les invito a conocer el P-LIB, el único partido en España que contiene en su ADN el compromiso y la defensa de TODAS LAS LIBERTAD INDIVIDUALES, porque sin libertad no hay prosperidad, y sin prosperidad no puede haber ni paz, ni vida, ni posibilidad de experimentar el mayor número de momentos de felicidad de un ser humano.

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