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quietinvestement
Vistos los acontecimientos de los últimos 6 años en el mercado de valores el título de este post bien podría parecer una broma macabra. No obstante, hablamos muy en serio porque “somos engañados por la apariencia de la verdad” tal como sentenció el célebre poeta romano Horacio hace más de dos mil años.
La “apariencia de la verdad” en este caso parece justificar el abandonar de por vida la inversión bursátil y buscar el abrazo y refugio de otras alternativas de aspecto más seguro. Sin embargo, si afirmamos rotundamente que la renta variable es el mejor activo en aras a crear un patrimonio lo hacemos por dos motivos fundamentales:
-Es el activo más rentable a largo plazo.
-Es, además, el activo más seguro.
Extrañas afirmaciones las nuestras en un mundo donde se halla consagrada la máxima según la cual a mayor rentabilidad mayor riesgo. Quizá esto sea cierto si estamos hablando de comprar el lunes por la mañana y vender el martes por la tarde. O si no tenemos claro lo que es realmente una acción y pensamos que se trata de un “producto financiero.”
No obstante, si partimos de que una acción representa una parte alícuota de un negocio en funcionamiento cuyo valor es independiente del precio a que cotice y que, además, el riesgo es la acertada combinación entre probabilidad de acierto tras un análisis razonado y consecuencias no irreversibles del error, lo cierto es que muy pronto llegaremos a la conclusión de que lo expuesto anteriormente tiene visos de tener más sentido que las “apariencias de lo verdadero.”
La renta variable es el activo más rentable a largo plazo
Frente a una inflación media del 4% y una rentabilidad media del 5% ofrecida por la renta fija, los mercados de valores han proporcionado unas tasas de retorno del 10% anual. Jeremy Siegel, en “Stocks for the long-run”, ha analizado estadísticamente 200 años de historia de la bolsa americana. Sus conclusiones pueden aplicarse igualmente a cualquier otro mercado bursátil suficientemente desarrollado y que, por tanto, tienda a generar eficiencia.
Las acciones baten a la renta fija casi siempre o siempre. En períodos de 10 años, el 80% de las veces y en períodos de 30 años, el 100%. No es de extrañar que así sea dado que una acción, como antes hemos señalado, representa la participación en un negocio que puede crecer o expandirse. Además, en los mercados de valores se encuentran, por regla general, la mayoría de las empresas más importantes y representativas de una economía así como las más innovadoras. Comprar acciones es invertir en el progreso económico y en el desarrollo de la sociedad, que tiende a ser ascendente independientemente de que su marcha hacia arriba adquiera la forma de dientes de sierra.
El inversor en renta fija gubernamental o corporativa no es más que un suministrador de dinero de estas entidades. Obtendrá un interés anual fijo por su inversión y la devolución del capital una vez finalizado el plazo. Invertir en renta fija le convierte a usted en prestamista, en acreedor. Posee usted activos nominales o fiduciarios cuya rentabilidad depende de la confianza y solvencia que inspire el deudor. Invertir en acciones le convierte en propietario de un activo real.
La propiedad inmobiliaria también incrementa su valor a largo plazo puesto que resiste con éxito a la inflación y porque hablamos, además, del bien material más importante y útil de nuestra vida. Sin embargo, sus retornos no son tan consistentes como los de las acciones. Se le achaca también falta de liquidez, lo cual constituye una crítica excesiva dado que la iliquidez o liquidez de cualquier activo, incluidas las acciones, dependerá al final del precio al que se esté dispuesto a comprar y vender.
Las materias primas constituyen un activo muy cíclico y volátil. Su rendimiento a largo plazo ha sido bajo y plantean el grave inconveniente de la obsolescencia tecnológica. La mejora constante de la ciencia y la tecnología hace que aumente año tras año la eficiencia en la explotación y uso de las materias primas. Es quizá uno de los activos de más difícil previsión futura y valoración presente.
El oro es una materia prima especial dado que funciona como valor refugio y constituye la moneda universal que espontáneamente ha elegido la humanidad. El oro de por sí no produce nada, no genera ningún tipo de rendimiento. Sin embargo, en un mundo donde la única moneda de curso legal tiene carácter fiduciario y cuya cantidad depende no de la oferta y la demanda real de dinero sino de la decisión intervencionista y regulatoria de organismos gubernamentales, el oro funciona como protección ante la perenne tendencia de los estados a imprimir la riqueza en papel. Dado que los gobiernos son siempre deudores y tienen fuertes incentivos para continuar gastando y seguir, por tanto, endeudados, la manipulación del tipo de interés y el envilecimiento de la moneda no va a desaparecer de su agenda. Es complicado ver un futuro donde no se siga usando la inflación como impuesto invisible que favorece al deudor y al monopolista institucional de la creación de dinero. Como activo es uno de los más volátiles y su rentabilidad a largo plazo ha sido peor que la de las acciones.
La renta variable es el activo más seguro a largo plazo
Esta afirmación tan paradójica y contraintuitiva posee, sin embargo, fundamentos muy sólidos. El principal de ellos consiste en la naturaleza de activo real de las acciones, lo cual significa que en su precio se incorpora la inflación. Ésta va a seguir existiendo a no ser que los gobiernos que controlan la creación de moneda se conviertan en extraños entes frugales y ahorradores. No creemos que esto vaya a suceder porque los gobiernos son instituciones regidas por personas, esto es, políticos. El principal incentivo de un político es ser elegido y, después, reelegido en el proceso electoral. Para ganar las elecciones hay que obtener más votos que los otros candidatos y los votos se “compran” en el “mercado de votos”, que suele abrir cada cuatro años.
Las promesas de los políticos pasan siempre por cambiar esto o aquello o hacer lo otro y deshacer lo de más allá. En todos los casos suponen gasto público o, lo que es lo mismo, detraer recursos económicos de parte de la población para entregárselos a otra parte de la población. El resultado final es el endeudamiento. Los impuestos, ya muy elevados, son impopulares para los ciudadanos presentes pero no tanto para los ciudadanos futuros que aún no han nacido o para los que aún no pueden votar y también para los que no votan nunca. El tinglado estatal necesita siempre de más y más recursos. La deuda los pone a su alcance. El monopolio de la creación de dinero y la manipulación consiguiente de los tipos de interés provoca que el recurso a la inflación, aunque ésta sea moderada, constituya una constante tentación en el comportamiento gubernamental porque de esta manera la deuda se diluye.
Las acciones mantienen razonablemente bien su poder adquisitivo en el tiempo porque suponen la participación del inversor, en calidad de propietario, en un activo real ligado al crecimiento económico y desarrollo de la sociedad. Ambos están protagonizados por las empresas que venden los productos y ofrecen los servicios que todas las personas consumen cada día.
Apunte final
Ahora que sabemos que la renta variable es el activo más rentable y seguro a largo plazo y por qué, surge la cuestión de cómo invertir en la misma con éxito. Este interrogante no es superfluo ni mucho menos porque, como veremos próximamente,la cuestión del cómo invertir en renta variable está indisolublemente unida a que la afirmación con la cual hemos titulado este post sea o no correcta.
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