¿Cuántas cestas y cuántos huevos en cada cesta?
“No hay que poner todos los huevos en la misma cesta”. ¿Quién no ha escuchado este elemental principio de prudencia a la hora de invertir? La recomendación es muy buena, pero poco nos dice respecto a cuántas cestas es conveniente utilizar y cuántos huevos hemos de poner en cada cesta.
El multimillonario magnate del acero Andrew Carnegie recomendaba, para hacerse rico, “poner todos los huevos en la misma cesta y luego vigilarla día y noche”. Sin llegar a tales extremos, Warren Bufett desaconseja la diversificación si lo que se pretende es obtener rentabilidades sobresalientes. Cuanto más diversificas más te aproximas al promedio y el promedio no puede ser por definición sobresaliente. Así, suele decirse que quien utiliza esta forma de administrar el patrimonio, que trata de diversificar invirtiendo en todo y por todos lados, acaba teniendo más que una cartera de inversión un Arca de Noe con una pareja de cada especie.
Pero no todo es malo en la diversificación ni mucho menos. Una cartera de inversión adecuadamente diversificada evita que uno o dos fracasos particulares puedan dañar significativamente todo nuestro patrimonio. Además al suavizar el efecto de los vaivenes de empresas y sectores particulares acaba proporcionándonos mayor liquidez. Si necesitamos desinvertir una parte de nuestro patrimonio tendremos más opciones de evitar malvender por necesidad aquellos activos nuestros que en dicho momento estén infravalorados por el mercado.
¿Se nos plantea pues la cuestión de cómo conjugar ambos principios? El maestro Ben Graham nos dio la solución. Se trataría de incorporar el principio de calidad al de diversificación. O, dicho de otro modo, utilice varias cestas, pero fíjese bien en que las cestas son robustas, de excelente material y están muy bien vigiladas. Como decía Graham, diversificar en la lotería es ruinoso mientras que diversificar en la presumible excelencia es asegurar aún más la ganancia.
Tipos de inversores
Robert Kiyosaki plantea en su recomendable libro El cuadrante del flujo de dinero una clasificación de cómo son los inversores en función de su perfil de riesgo y su pericia inversora. En nuestro reciente estudio, Una Sociedad de Propietarios, abogamos por que las clases medias puedan alcanzar su independencia financiera de forma escalonada y sin grandes trastornos ni quebraderos de cabeza. Robert Kiyosaki es más radical.
Para Kiyosaki, hay cuatro cuadrantes desde los que se puede obtener un sustento económico: como empleados (E), autoempleados (A), dueños de negocios (D) y/o inversores (I). Esto, huelga decirlo, no tiene nada de radical. En cambio, su propuesta sobre cuáles son los cuadrantes estrella, aquellos en que debemos enfocarnos para obtener la libertad financiera, lo es algo más. Él habla de buscar con pasión y determinación los cuadrantes D e I. Y no le falta razón. Si somos realmente buenos manejándonos en estos dos cuadrantes, el flujo de ingresos tiene un potencial muy superior al que obtienen los empleados (A o E), aunque, al mismo tiempo, sean inversores (más modestos). Pese a todo, Kiyosaki nunca ha rehusado la necesidad de convertirse en E en los primeros pasos profesionales para adquirir el conocimiento de los negocios necesario con objeto de emprender aventuras más personales, ya sea creando un nuevo sistema de negocio, ya sea invirtiendo en empresas con buenos fundamentos. Hay que conocer el terreno sobre el que se pisa.
Con todo, nuestra propuesta de una sociedad de propietarios aspira a ser abrazada por buena parte de la clase media. Y hablando de perfiles de personas, cada uno con su formación, capacidades o compromisos, se torna más realista una alternativa que no suponga unos cambios muy traumáticos, con saltos al vacío sin red y metas difíciles de alcanzar para un gran sector de población.
Lo que sí es claro es que el fin de adquirir cotas de independencia financiera a partir de la planificación de objetivos y presupuestos, así como por las ventajas de la capitalización compuesta, no está reñido con ningún perfil inversor. En función del conocimiento o pericia de cada uno de ellos, las metas u objetivos podrán ser más elevados, pero, cualitativamente, los pequeños inversores (clase media) serán los principales beneficiarios de abrazar la sociedad de propietarios, más que nada, porque en la actualidad no se están favoreciendo, como socios-accionistas, de la enorme creación capitalista.
Robert Kiyosaki nos habla de varios tipos de inversores en función del nivel de sofisticación:
- Los meros ahorradores, que dejan su capital en cuentas corrientes, a plazo fijo o en algún fondo de inversión de baja revalorización y altos gastos de administración, ven cómo sus ahorros difícilmente consiguen mantener el ritmo de la inflación.
- Inversores conservadores: dentro del primer grupo de inversores por orden de asunción de riesgo, aparece esta clase de inversor no muy sofisticado, pero que ve acrecentar su aportación de rentas patrimoniales con el solo hecho de indiciar su capitalización, a través de un fondo de inversión, al IBEX (en torno a un 10% nominal anual), siempre que dicho fondo no tenga unas comisiones muy elevadas. Al mismo tiempo, invierten en las llamadas blue chips, se dejan asesorar por expertos, etc.
- Inversores más avanzados: superando los índices promedio en un par de puntos, aparecen inversores más sofisticados que analizan la evolución de los mercados, la legislación y cómo afecta a que determinados sectores empresariales florezcan o decaigan, o cómo ciertas medidas impositivas gravan sobre algunas formas de ahorro o inversión, qué valores tienen potencial de crecimiento, investigan los balances de las empresas y sus informes anuales, etc. Estos asumen algún riesgo superior, pero lo contrarrestan diversificando sus inversiones. Generalmente, consiguen tasas de revalorización más elevadas (a partir de un 12% nominal).
- Inversores exitosos: Los inversores exitosos alcanzan revalorizaciones del 18-25% en adelante. Son personas realmente conocedoras del mundo financiero y empresarial. Efectúan inversiones más agresivas que los anteriores; a veces, de elevado riesgo, aunque reservan sólo un porcentaje de su capital para este tipo de inversión y tienden a no superarlo. Se exponen muy poco fiscalmente, por lo que dominan muy bien las leyes tributarias y cómo afectan a las herramientas de inversión que utilizan. Generalmente, crean corporaciones o sociedades familiares en las que funden sus ganancias.
- Los socios capitalistas: por el contrario, estos son ya una “empresa” en sí misma, su labor fundamental es la búsqueda continua de oportunidades de negocio, tienen olfato para las inversiones en nuevas aventuras empresariales. Aportan parte de su capital, de su conocimiento financiero y empresarial, de cómo desarrollar un sistema empresarial y, al ayudar a la creación de nuevas empresas, se generan empleos, nuevos bienes y prosperidad. Ya vimos todo este proceso.
Como se viene avanzando, las clases medias pueden encajar sin mucho esfuerzo con el perfil conservador o más avanzado con objeto de lograr la independencia financiera. Les llevará más tiempo, pero menos noches sin dormir si es que no están realmente preparados para recibir su flujo de ingresos de un único cuadrante I o D.
Que el dinero trabaje por ti y no al revés
Robert Kiyosaki, cuyos libros están destinados principalmente a la promoción de la cultura financiera entre la población general, emplea una frase, en su libro Padre rico, Padre pobre, con la que nos conmina a “hacer que el dinero trabaje para nosotros, y no nosotros para el dinero”.
Gracias a su formación financiera, la oportuna vigilancia de su inversiones y la capitalización compuesta, su capital crece mientras ve un partido de fútbol. Juega al tenis y su dinero trabajaba para él; está dando un paseo por la playa y la rueda de la economía sigue girando; lee una novela y sus activos no cesan de producir..”
Raquel Merino
Esta frase no es baladí ni mucho menos y tiene una importancia notable al llevar implícito lo antagónico que es el esfuerzo que se ha de realizar para alcanzar retribuciones financieras que provienen de nuestro trabajo físico frente al que se exige en nuestras inversiones convenientemente realizadas (gracias a unos fundamentos financieros, cuando menos, básicos). No en vano, el título de toda esta sección es precisamente "que el dinero trabaje por ti".
Así pues, cuando alguien se encuentra en una ilusoria sensación de bonanza económica devenida por un estatus social elevado alcanzado a costa de gastos y más gastos (“carrera de la rata”), en realidad, está exponiendo al máximo, no sólo su situación financiera (no hay ninguna riqueza real) sino su vida personal. Este individuo, con su proceder, está sacrificando su salud física y su convivencia familiar al trabajar cada vez más duro, sin descanso, para obtener superiores rentas salariales con las que mantener su creciente nivel de vida.
Por el contrario, imaginemos a alguien financieramente responsable, que no ha expuesto nunca sus rentas salariales a mayor gloria de su imagen: ha trabajado, ha ganado dinero, ha ahorrado parte, ha invertido sensatamente otro tanto, ha buceado entre las alternativas más económicas para conformar su cesta de la compra, no se ha comprado una vivienda más allá de sus posibilidades o necesidades. Al contrario, en lugar de endeudarse enormemente con el precio de una casa fuera de órbita, adquiere una más modesta y aprovecha para comprar dos garajes (además de cualquier otros activos financieros o inmobiliarios que vaya configurando). Probablemente, estemos hablando de una persona que llegará a una edad relativamente temprana con una gran acumulación de capital y riqueza. Y sus activos han ido creciendo sin que su revalorización exija de sí un esfuerzo continuado.
Así, su dinero trabajaba para él, y no al revés, como sí sucede cuando anhelamos mejorar económicamente y nuestra única salida es trabajar más intensamente (como sucedía con nuestro personaje anterior): gracias a su formación financiera, la oportuna vigilancia de su inversiones y la capitalización compuesta, su capital crece mientras ve un partido de fútbol. Juega al tenis y su dinero trabajaba para él; está dando un paseo por la playa y la rueda de la economía sigue girando; lee una novela y sus activos no cesan de producir.
La gran ventaja es que las rentas patrimoniales, frente a las salariales, están desligadas de un esfuerzo netamente físico. Una vea invertidas, están desvinculadas de nuestro propio proceder más allá de la responsable vigilancia de aquellos mercados, países, compañías en que invertimos. Pero la economía y las empresas no dejan nunca de funcionar porque nosotros estemos tomándonos unas vacaciones o porque directamente nos hayamos retirado del mundo laboral.
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