Camino de la independencia con Robert Kiyosaki
Una peligrosa confusión entre las ideas de riqueza y de consumo sumen arriesgadamente a las clases medias, e incluso altas, en dinámicas de gasto que buscan muchas veces estatus más que verdadero bienestar económico. El bienestar reside en los activos (pisos, acciones, fondos de inversión...) que son capaces de generar rentas autónomas independientes del trabajo, y no en adquirir más bienes de consumo que esquilman nuestras finanzas en lugar de fortalecernos.
En un artículo precedente vimos cómo Robert Kiyosaki construía su autopista hacia la riqueza basándose en tres etapas:
- Jugar en más de un cuadrante a la hora de obtener ingresos. Es decir, no limitarse sólo a ser empleado por cuenta ajena, sino expandir las fuentes de ingresos hacia las inversiones, el trabajo por cuenta propia y en su caso la creación de empresas.
- Ir construyendo nuestra columna de activos para hacer que el dinero trabaje por nosotros, y
- Aprovechar al máximo los beneficios de la capitalización compuesta y tratar de acceder a una fiscalidad menos confiscatoria utilizando las herramientas desgraciadamente sólo reservadas a los más pudientes.
Sin embargo, por motivos de espacio, quedaron pendientes de repasar algunos de los principios más generales sobre los que Kiyosaki construye su propuesta. Dentro del apartado de requisitos previos nos encontramos con la necesidad de un cambio de mentalidad, de buscar nuevos maestros alternativos a la educación formal y de reconsiderar la errónea idea de los pobres de que rico es quien más consume, en vez de quien más activos tiene.
El cambio de mentalidad
La posición de Kiyosaki es clara: “Cualquiera puede hacerlo”. Repasando su propia experiencia descubrimos que él no era emprendedor y adquirió tales cualidades. Pero alcanzar la autonomía financiera, nos advierte, sólo se puede lograr con una sabia combinación de tiempo, conocimientos y mentalidad.
Cuanto más pronto se empiece más margen tendremos tanto para encontrar nuestro propio camino como para beneficiarnos de la capitalización compuesta.
Cada uno de nosotros tenemos un conocimiento propio, tácito, intransmisible derivado de nuestra experiencia vital que nos ayudará a descubrir las oportunidades de ganancia que se nos presenten. Son las líneas generales las que nos proporciona el autor en el libro. Unos principios más que suficientes para empezar. Los conocimientos específicos (los propios de cada sujeto), de nosotros mismos y de nuestra situación, sólo nosotros los conocemos. Cada uno debe optar por su camino. Debe identificar su valía y sus capacidades y ser un buen observador del entorno que le rodea para poder operar en él. Es a nosotros a los que nos corresponde determinar qué fuentes de rentas buscar o en qué bienes invertir. Hay personas que prefieren los inmuebles, otras las acciones, otras su propio negocio.
En cuanto a la mentalidad, Kiyosaki nos previene de la férrea voluntad requerida para alcanzar la autosuficiencia financiera. Llegar a ella es como ascender a una montaña, por una trocha de cabras, llena de zarzas y rodeada de precipicios. Muchos no lo podrán conseguir, simplemente porque no tienen o no quieren desarrollar esta aptitud. Para ellos sarcásticamente se aconseja que ingresen primero en el cuerpo de marines o en un convento de cartujos para adquirir la disciplina de la que carecen. Y es que gran parte de nuestros malos hábitos son consecuencia a la vez de la práctica adquirida de obrar en un determinado sentido, y la falta la voluntad y el valor para cambiarlos.
La quiebra de la educación tradicional. La necesidad de buscar nuevos maestros.
A lo largo de nuestras vidas, se nos ha preparado para que alcancemos títulos universitarios, con la esperanza de que lleven aparejados un buen salario. Nuestro país, más que ninguno, es una demostración del fracaso de este modelo. Existe demasiado sub-empleado con titulación universitaria. Nuestros estudios, y en ellos se pueden incluir los que tienen por objeto el estudio de la economía, escasamente nos forman para ejercer un trabajo. En materia de dinero, la formación recibida, o es nula, o, lo que es peor, está equivocada. Para alcanzar la independencia financiera es necesario encontrar nuevos maestros, mentores versados en la creación y administración de la riqueza y necesario también es adquirir por cuenta propia esos conocimientos que lamentablemente la educación oficializada persiste en ignorar.
La diferencia entre cómo operan ricos y pobres.
La parte en la que Kiyosaki explica cómo opera un sujeto rico y otro pobre es especialmente afortunada. El rico vive, y muy bien en ocasiones, de una pequeña parte del dinero proveniente de las remuneraciones de sus colosales columnas de activos. El resto lo reinvierte. Nunca desmoviliza el principal para sufragar lujos. A diferencia del pobre que llega a entramparse para conseguirlos. No sólo eso. Los ricos además están sometidos a sistemas fiscales y tributarios menos gravosos. Los ricos pagan sus impuestos una vez deducidos gran parte de sus gastos, los pobres pagan a Hacienda sobre sus ingresos brutos. A efectos prácticos sólo una que vez se ha cumplido con Hacienda es lícito empezar a ahorrar.
No terminan ahí las diferencias. Los ricos jamás aceptan un empleo sólo por el sueldo evitando de esta forma quedar atrapados en la “carrera de la rata”. Mientras los pobres ahorran dinero gastando mucho tiempo, los ricos gastan dinero para ahorrar su tiempo. Los ricos utilizan sus gastos para convertirse en cada vez más ricos. Los pobres los utilizan para empobrecerse gastando y hasta endeudándose en un consumo que su estatus en realidad no les permitiría asumir.
Para concluir, una reflexión: La clave de la creación de riqueza la tiene quien sabe responder a la pregunta: ¿cómo llenar la columna de activos sin llegar a comprarlos ya generados? A fin de cuentas, como nos advierte Kiyosaki, un negocio consiste en gastar dinero pagando a la gente para que cree activos, añadiendo que la razón por la que los pobres y la clase media tienen dificultades en incrementar sus activos de este modo suele ser que aprecian el dinero más que esta clase de verdaderos activos.
Robert Kiyosaki: las ideas de un iconoclasta
Pocas figuras en el mundo de las finanzas personales son actualmente tan controvertidas como Robert T. Kiyosaki. Es suficiente con leer la multitud de páginas que en Internet tratan de su persona y sus escritos. Es uno de esos autores a los que se odia o se ama. Aunque me identifico más con los segundos, trataré de ser objetivo al hacer el repaso de sus ideas.
La lectura de su primer libro, “Padre Rico, Padre Pobre”, me produjo un inmenso placer. El libro es, o pretende ser, una guía hacia la “autosuficiencia financiera” o, lo que es lo mismo, con este libro Kiyosaki pretende que podamos “vivir sin tener que trabajar”. Extraordinario conocedor de la naturaleza humana, Kiyosaki defiende, a mi juicio con éxito, que alcanzar dicho objetivo es algo a la vez deseable y perfectamente legítimo.
Pero Kiyosaki es también un iconoclasta y con este libro trata de derribar una serie de mitos, como por ejemplo:
-Que, para ganar dinero, es necesario ser rico o tener dinero,
-Que es fundamental la educación formal, específicamente la universitaria, para tener éxito en la vida; o
-Que una casa es siempre un activo.
La obra de Kiyosaki es sencilla, clara y muy amena. Define perfectamente situaciones de la vida con las que todos nos sentimos identificados, resultando de esta manera tremendamente útil y accesible. El autor asume riesgos al tratar de forma bastante novedosa diferentes materias cotidianas, muy útiles para el neófito. Sin ánimo de ser exhaustivo, ahí va un resumen de algunas de estas cuestiones:
Primer paso: ¿trabajar para los demás o para uno mismo?
¿Cuál es la mejor fuente de la que obtener los ingresos? En su segundo libro, “Cashflow, el cuadrante del flujo del dinero”, Kiyosaki clasifica hasta cuatro “tipos ideales” de personas según su fuente predominante de ingresos: empleado, autónomo, empresario e inversor. En principio, cualquiera es buena. Pero ser exclusivamente un trabajador por cuenta ajena es muy arriesgado. Se tiene la tendencia de adecuar los gastos, no solo a los ingresos actuales, sino también a los ingresos esperados. Así, en una situación de crisis económica o de reconversión industrial, la inmensa mayoría de los trabajadores por cuenta ajena carece de los medios económicos para hacer frente a sus pagos, si ese trabajador resulta despedido.
Para Kiyosaki, el mayor problema no es siquiera este, sino un problema más bien de índole espiritual. Una persona acostumbrada a recibir remuneración, teóricamente “segura” por parte de un empresario, se acostumbra a ser dependiente. O lo que es lo mismo, “no responde tan bien” ante un entorno dinámico. No se dedica a buscar nuevas oportunidades, no ve otras opciones, y difícilmente va a acometer actividades que le supongan riesgos. Actividades todas estas que requieren un entrenamiento.
Segundo paso: el destino de nuestros ingresos. La construcción de la columna de activos.
El segundo de los puntos que Kiyosaki trata de establecer es qué hacer o qué se debería hacer con el dinero. Para ello define de una forma personal, pero creo que muy acertada, lo que para él es un activo y lo que es un pasivo. En líneas generales, establece que un activo es aquello que nos mete dinero en el bolsillo, nos remunera de alguna forma, o mejora nuestra situación económica en un futuro más o menos cercano, ya sea por el devengo de intereses, cánones, dividendos o rentas provenientes de alquileres. Inversamente, un pasivo es aquello que nos cuesta dinero: una hipoteca, cualquier bien que lleva asociados gastos recurrentes... Cada uno de nosotros somos libres de dar un destino u otro (adquirir activos o asumir pasivos) a cada centavo que tenemos en el bolsillo. Si optamos por lo segundo, pronto se encontrará uno inmerso en lo que Kiyosaki llama con una expresión ilustrativa “la carrera de la rata”.
Por el contrario, el autor defiende la construcción, en primer lugar, de una columna de activos lo más sólida posible. Lo que Kiyosaki pretende es: “hacer que el dinero trabaje para nosotros, y no nosotros para el dinero”. En el camino hasta la autonomía financiera, es preferible, por no decir necesario, convertirse en “el dueño de la empresa”, en lugar de ser un asalariado de ella. Para conseguirlo, existen varias vías, o se crea la empresa desde cero, o se adquieren acciones, que son un elemento clave de la construcción de la columna de activos.
¡Ojo con la compra de la casa!
Desde el punto de vista de Kiyosaki, la compra de una casa supone a los particulares la adquisición de un pasivo, pues en el mejor de los casos genera los gastos asociados a la propiedad y, en el peor, a ellos se añaden los propios de la hipoteca. Tampoco es seguro que el inmueble siempre conserve o aumente de valor pues el precio de los inmuebles también está sometido a los avatares del mercado.
Este es uno de los puntos que más conmoción y controversia produce entre los que han leído el libro, que, hasta ese momento, consideraban sus casas como el activo más importante que poseían. El autor advierte que inmovilizar una cantidad tan grande de dinero y asumir altos compromisos de pagos mensuales durante veinte o veinticinco años, es un error que puede alejarnos casi definitivamente de nuestro camino hacia la autonomía financiera.
Tercer paso: el camino hacia la riqueza, el interés compuesto y las ventajas fiscales
Construir la columna de activos requiere de una cierta disciplina. Hay que organizarse. En primer lugar, hay que suprimir todo tipo de gasto superfluo y, en segundo, procurar invertir de la forma más sensata posible. Conforme lo vayamos llevando a cabo observaremos cómo el “interés compuesto” comienza a operar a nuestro favor. El mismo interés que nos asfixia cuando compramos a crédito es el que remunera nuestros activos, si hemos sabido trabajar para crearlos.
Con el tiempo, si nuestro nivel de riqueza es suficiente, podremos acceder a una mejor fiscalidad empezando a deducir gastos antes de pagar los impuestos o soportando tipos marginales menores a través de alguna forma jurídica de conveniencia.
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