Por Juan Ramón RalloLas obras de Kiyosaki van claramente orientadas a educar a los ricos. Su finalidad es que toda persona interiorice esa grandeza del capitalismo que supone lograr que el dinero de uno se ponga a trabajar sólo en la creación de riqueza. Sin embargo, interiorizar las lecciones de Kiyosaki no es sencillo. |
En efecto. No basta con leer al célebre hawaiano y creer que se le ha entendido, también es necesario proceder a un cambio de actitud ante la vida que no todo el mundo puede o quiere acometer. Lo de que perder 10.000 o 20.000 euros no es una tragedia sino una provechosa lección es algo que no todo el mundo acaba de ver...
Pero no desespere. Si cree que su lugar en nuestro sistema económico no es el de capitán de navío, el de multimillonario que disfruta examinando negocios, comprándolos, reestructurándolos, capitalizándolos, reflotándolos o enajenándolos, no se preocupe: tiene otras muchas opciones a su disposición. Quizá no vaya a ser un gran capitalista, pero puede convertirse en un más que decente burgués de clase media-alta. En tal caso, puede leer a Kiyosaki para ser consciente de cuáles son las reglas del juego, claro, pero de quien tiene que aprender no es del autor de Padre rico, padre pobre, sino del sabio y rico barbero de Michigan Roy Miller.
Este personaje de ficción, creado por David Chilton, bien podría considerarse el símbolo del sentido común de la clase media. Su objetivo no es el de Kiyosaki: que una persona deje de trabajar porque su dinero ha pasado a trabajar por él, sino más bien lograr que, mientras trabaja, una persona destine parte de su salario a prepararse una jubilación desahogada. Y para ello desarrolla un plan financiero lo suficientemente sencillo como para que todo el mundo pueda seguirlo.
Empecemos por lo básico: la primera pata para amasar un cuantioso patrimonio (en realidad, ésta no es una idea original de Roy Miller, sino de George Clason, de cuya obra El hombre más rico de Babilonia hablaré en otra ocasión) pasa por ahorrar un 10% de nuestra renta e invertirla en un fondo de alto rendimiento (alrededor de un 15% de rentabilidad media anual). Plantéese lo siguiente: si ahorrara 80 euros mensuales (1.000 euros al año) durante 35 años y los invirtiera al 15% anual, ¿qué patrimonio acumularía? Eche las cuentas: 1.000 euros anuales durante 35 años son 35.000 euros... añadiéndole una rentabilidad del 15% anual, tal vez lleguemos a amasar 100.000, 200.000 a lo sumo, ¿no? Pues... no: en realidad, su patrimonio sería superior al millón de euros.
No le estoy tomando el pelo. Fondos como el del ejemplo existen en todo el mundo, incluso en España: ahí tienen, sin ir más lejos,Bestinver. ¿Acaso le parece inasumible ahorrar un 10%? Miller también ha pensado en eso: pase a considerar el ahorro como un gasto fijo, no como el sobrante del mes. Ahorre un tanto fijo, no lo que le quede. Adapte su modo de vida al ahorro, no el ahorro a su modo de vida, porque si no siempre existirá la tendencia al despilfarro. Miller llama a esta parte de su plan financiero "ahorro forzoso": asuma que le han bajado el sueldo un 10% y tome sus decisiones de gasto a partir de ahí.
¡Ah! Y empiece a ahorrar y a invertir lo antes posible. Se asombraría de lo que cuenta el tiempo.
Imagine a dos gemelos que a los 22 años deciden ponerse a ahorrar. El primero, efectivamente, lo hace e invierte en un fondo 2.000 euros cada año durante seis, y luego deja de hacer nuevas aportaciones; el segundo se echa para atrás, no empieza a ahorrar y a invertir hasta los 29 años y, a partir de entonces, invierte 2.000 euros al año durante 37. Si los dos invierten su dinero en el mismo fondo –de una rentabilidad anual del 12%–, ¿quién cree usted que tendrá más dinero a los 65 años, el que invirtió 12.000 euros durante seis años o el que invirtió 64.000 euros durante 37 años? Sorpresa: a los 65 años ambos tendrán 1,2 millones de euros. Por tanto, no pierda un segundo más o dentro de unos años se arrepentirá.
Pero no acaba aquí la cosa. El plan financiero del barbero rico tiene, al menos, dos patas más. A una de ellas podríamos llamarla "de ahorro virtuoso"; con el 90% de su renta restante tras detraer el gasto fijo del ahorro forzoso haga lo que quiera, pero plantéese lo siguiente: ¿vale la pena gastar tanto? ¿Realmente se ha parado a pensar en las horas de trabajo que dedica para poder comprarse caprichos? Otro día hablaré del irregular La bolsa o la vida, de Joe Dominguez y Vicky Robin, cuyos cálculos son bastante más precisos que los del viejo Roy, pero el barbero rico también tiene algo que decir en esto: un euro ahorrado son dos euros ingresados.
¿Que qué significa esto? Muy sencillo: imagine que su tipo marginal sobre la renta es del 43%. Si usted desea gastarse 1 euro en bienes de consumo, deberá ingresar en términos brutos 1,75 euros (para que, después de gravarlos al 43%, le quede neto 1 euro). Si usted se vuelve austero y no gasta ese euro, se evita tener que trabajar para ingresar casi 2 euros. Convierta, por consiguiente, el ahorro en una de sus principales virtudes: vivirá más tranquilo y menos estresado. Más aún si destina ese ahorro virtuoso a algún fondo de inversión o activo seguro y de alto rendimiento que le permita aprovecharse de las maravillas del interés compuesto. No olvide que, además, las rentas del capital suelen tributar a tipos muy inferiores a los que pesan sobre las del trabajo (en España, si cobra un sueldo bruto de 150.000 euros anuales pagará 56.000 en IRPF; si percibe un dividendo anual de 150.000 euros pagará sólo 31.000).
Pero todavía nos queda una pata del plan financiero de Miller: el ahorro fiscal. La ventaja de este ahorro es que, a diferencia de los restantes, usted no tiene que hacer el menor sacrificio en términos de gasto, más bien es el Gobierno quien tiene que hacerlo. Tan sólo ha de acogerse a las desgravaciones que aparecen en la legislación tributaria –normalmente referidas a vivienda y fondos de pensiones– y recuperar el dinero que el Estado pretendía arrebatarle vía impuestos. Aquí Kiyosaki probablemente daría un buen cachete a Miller, pues nuestro maestro para ricos critica con profusión la tan extendida costumbre de comprar una vivienda en propiedad para aprovecharse de la deducción impositiva: las residencias no son activos sino pasivos, dice Kiyosaki.
Mi opinión es que, en general, para la clase media la vivienda puede ser una buena inversión siempre que: a) se haya comprado a buenos precios (no más de 17 veces la renta anual del alquiler), b) no ahogue nuestra situación financiera tanto como para desatender nuestro 10% de ahorro forzoso, c) no haya previsión de un cambio de ciudad de residencia a corto plazo, d) vaya acompañada de suficientes incentivos fiscales, e) los gastos asociados a la compraventa no sean desproporcionadamente elevados o, en su caso, puedan ser cubiertos con los incentivos fiscales. No tengo dudas de que Roy Miller estaría de acuerdo conmigo, pues de hecho alguna de estas cautelas las recoge en el libro. Además, son un buen resumen de por qué hoy, como norma, carece de sentido comprar una vivienda en España: ni se ofertan a buen precio, ni las cuotas hipotecarias resultantes pueden atenderse con los salarios corrientes, ni existen incentivos fiscales, ni los costes de transacción son moderados.
La alternativa en España para beneficiarse del ahorro fiscal sería, por tanto, la de los fondos de pensiones. Pero aquí... cuidado: tenga en cuenta que la inmensa mayoría de estos vehículos financieros proporcionan una pésima rentabilidad (con honrosas excepciones, ahí está el fondo de pensiones de Bestinver, con una rentabilidad anual del 12,5% en los últimos 15 años).
El único problema que para el lector hispano puede tener este excelente manual novelado de ayuda financiera es que está escrito para el público estadounidense. Gran parte de los consejos son igualmente válidos, pero muchos otros –todos los vinculados a la legislación o a los productos financieros concretos del país– no. Aun así, se trata de una obra harto recomendable: pese a que se lee en dos tardes, el sentido común que irradia nos hará preguntarnos cómo hemos podido vivir hasta ahora sin seguir al pie de la letra los sensatos consejos del barbero rico.
DAVID CHILTON: THE WEALTHY BARBER. Prima Publishing (1989), 200 páginas.
BIBLIOTECA DEL INVERSOR: "¿Qué quiere ser, trabajador o capitalista?".
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